Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

La sociedad comunista


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Algo parecido a lo que comentábamos la semana pasada sucede con el socialismo. Este surge en el siglo XIX ante una realidad de la que también nacen el estado del bienestar o la Doctrina Social de la Iglesia. El detonante de estas realidades surgidas en el siglo XIX es una industrialización amparada en un capitalismo que produce una masa de personas, el proletariado, que tienen unas condiciones de vida inferiores a las que tenían cuando trabajaban para sí mismas en sus poblaciones.



Las distintas desamortizaciones que se dan en Europa privan a la población de los bienes comunales y les obligan a trabajar en las fábricas para otros. Las grandes aglomeraciones urbanas que comienzan a florecer favorecen la difusión de epidemias y las condiciones de trabajo en las fábricas junto con los bajos salarios que se pagan allí, hacen que la pobreza que aparece y las condiciones de semiesclavitud en las que muchas personas trabajan se conviertan en un escándalo para muchos.

trabajo, cadena de montaje

No es sorprendente, por tanto, que sea en esta época en la que surgen varias  ideologías que quieren acabar con las condiciones de pobreza de la clase obrera. Una de ellas, el socialismo, propone unas medidas diametralmente opuestas a aquellas que han llevado a esta situación. Piensa en la abolición de la propiedad privada, en el dominio público de los medios de producción, en la reducción de la libertad para que cada uno haga aquello a lo que el Estado le asigna, en poner a las personas al servicio del Estado y no lo contrario, a una planificación centralizada en la que es el Estado quien programa lo que hay y lo que no hay que hacer, en una represión violenta de aquellos que se oponen a los planes públicos y estatales, y en una obligatoriedad de seguir los dictados del gobierno sin posibilidad de disensión con ellos.

Sistemas limitadores

Estas ideas que he descrito se radicalizan, sobre todo, en los estados comunistas y en aquellos que siguen esta ideología. Aquí la DSI también tiene su mirada crítica, pero en este caso no es sobre los fines que persigue el socialismo, es decir, intentar mejorar a los obreros empobrecidos de la revolución industrial. La voluntad de hacerlo es también el origen de la DSI y de su primera Encíclica, la ‘Rerum novarum’.

En este caso el disenso proviene de los métodos para llevarlo a cabo, es decir, de la negación de la propiedad privada, de que todos los bienes pertenezcan al estado, de la represión de la oposición, de la violencia para lograr sus objetivos, de la negación de la libre iniciativa y la posibilidad de crear asociaciones, empresas o instituciones independientes al poder estatal. El problema del socialismo no es, por lo tanto, que intente ayudar a los más desfavorecidos, sino que utiliza unos sistemas que privan y limitan de una manera sistemática la libertad de las personas y les obligan a ponerse al servicio del Estado.