Durante los primeros meses de este año presentábamos en las diferentes comunidades autónomas los informes FOESSA de cada una de ellas. Uno de los elementos más importantes que sacábamos de allí, era la clasificación de las personas de nuestro país en cuatro colectivos: la sociedad de las oportunidades, la insegura, la estancada y la expulsada.
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La primera está compuesta por personas que tienen un buen nivel económico gracias a un empleo seguro que les proporciona unos ingresos aceptables y les permite alcanzar un bienestar económico razonable. La sociedad insegura son aquellas personas que tienen un empleo precario y con unos salarios que no permiten tener un nivel económico considerado aceptable para los estándares actuales.
Sociedad estancada
Por último está la sociedad estancada que son personas que no trabajan o que lo hacen en la economía sumergida, con escasos recursos o viviendo de subvenciones y ayudas públicas. La sociedad expulsada son aquellos a los que no llega ni el sistema de protección social que tenemos en nuestro país y que basan su día a día en la simple lucha por la supervivencia.
En estos informes avisábamos de cómo la sociedad insegura podía verse muy afectada por una posible recesión o cualquier problema económico. Desgraciadamente no nos ha dado tiempo a promocionar a esta parte de la población para que pudiesen insertarse en la sociedad de las oportunidades. La recesión ha llegado en forma de pandemia antes de que pudiésemos hacer nada. Y claro, ha afectado, sobre todo, a quienes componen la sociedad insegura y la estancada (los expulsados difícilmente podían empeorar más, aunque nada hay imposible).
A la hora de reconstruir nuestro país y la maltrecha economía en la que estamos, sería bueno pensar y dialogar sobre cómo podemos pasar el mayor número de personas de las tres últimas categorías a la sociedad de las oportunidades. Porque una buena gestión económica del país debería ser aquella que minimizase a aquellos que están en la sociedad expulsada, insegura y estancada…