La tentación del nacionalcatolicismo


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Bolsonaro apela a Dios, lo pone por encima de todo, pero hace oídos sordos a lo que enseñó su hijo. Duterte se ríe del mismísimo Dios y se vanagloria de haber intentado violar a su criada siendo un adolescente. En Brasil y Filipinas hay obispos que plantan cara a los dirigentes de una extrema derecha que, ahora, asoma la patita en España, aunque algunos tengan remilgos en ponerles esa etiqueta ultra, pero son menos escrupulosos con Podemos, formación que tiene también ese cromosoma en su mapa genético.

La irrupción de Vox en España reverdece el sueño de un nuevo nacionalcatolicismo en un puñado de nostálgicos, cuando la Iglesia en nuestro país no logra salir del ojo del huracán en el que la mantienen no pocos prejuicios que recuerdan también a aquella situación de vendetta de los años 30, que trajo, finalmente, la guerra entre hermanos.

Si se mirase más a la historia y menos a las redes sociales, podríamos ver que empiezan a alinearse los malos augurios que eclosionaron hace 90 años en el principio del fin de la convivencia: los efectos de una crisis económica, el auge del autoritarismo en nuestro entorno europeo, la ausencia de un espíritu conciliador en la aplicación de las reformas emprendidas entonces por las autoridades… Aunque “lo peor de todo”, como dejó escrito Javier Tusell, fue “el estilo y naturaleza” de la reforma religiosa, “concebida como una venganza”.

Hoy no hay reforma religiosa, pero siguen inalteradas las ganas de meter en cintura a la Iglesia. Por eso, tampoco puede resultar del todo extraño que algunos obispos vean en Vox el maná celestial que les va a aliviar de tanta humillación, de tanta provocación innecesaria.

Santiago Abascal, líder de Vox

No, estos todavía no son aquellos años 30, pero vamos camino del mismo hedor fanático. Y la Iglesia, los pastores, y todo el pueblo de Dios, deben estar vigilantes. Por más señalado que te sientas, no es de recibo, a cambio, poner paños calientes a quienes, a la primera oportunidad, niegan, matizan o quieren maquillar la violencia contra la mujer o criminalizan a los inmigrantes, por más que sean los mismos que apoyan con ardor que no se retiren los crucifijos de los espacios públicos o proteger por ley la Semana Santa. Cuidado con esos cantos de sirena.