Otra de las cuestiones clave en las que la radicalidad y los extremismos se muestran, es el en la poca fe que tiene esta en el juego democrático. Siguiendo con el tema del proceso electoral venezolano, durante las últimas semanas he escuchado algunos comentarios que desconfiaban de las actas que había presentado la oposición y confiaban más en la palabra de Maduro. Es decir, que es más de fiar la palabra de quien piensa como yo, que las evidencias de quien opina lo contrario. Es la clásica idea del extremismo de que, aunque los míos lo hagan mal, hay que evitar que lleguen los otros porque seguro que lo harán peor.
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Evidentemente, la prevención ante los medios de comunicación y la demonización del adversario afirmando que es peor que quien está en el poder, tiene un origen ideológico que pone lo propio por encima de lo ajeno y que conlleva la falta de aceptación de unos mínimos democráticos. Uno de estos mínimos es la transparencia, que todo el mundo pueda comprobar la veracidad de los resultados. Tenemos un ejemplo claro, nuestro propio país.
En España, los resultados pueden ser consultados de manera sencilla, casi inmediatamente, población por población, mesa por mesa. Todo es claro, meridiano y transparente. Cualquiera puede estar en la mesa electoral y ver el recuento (que es público). Cualquiera puede comprobar que los datos que se publican en la página web son los mismos que vio e directo. En el caso de que haya una discrepancia, cualquiera puede presentar una reclamación y la revisión de las actas. Es lo normal en una democracia verdadera.
Juego democrático
¿Qué haríamos si nuestro gobierno no diese esa información? ¿Si no se publicase lo que nosotros hemos visto en la mesa electoral y eso permaneciese oculto sin posibilidad de contrastar que lo que hemos vivido y visto es lo que aparece contabilizado en los resultados? ¿Se podría considerar eso una verdadera democracia? Creo que todos tenemos claro que no, que eso no es democrático, que una de las garantías de la democracia es la transparencia, que podamos estar presentes libremente a pie de urna mientras se contabiliza y que podamos conocer los resultados de cada mesa electoral de una manera clara y sencilla.
Pues bien, esto es lo que no sucede en Venezuela. El gobierno no saca los resultados electorales, no presenta las actas, no permite a la población comprobar que lo que dice que ha pasado corresponde exactamente con lo que ha sucedido en las urnas. Si pasó lo que dice el gobierno ¿Por qué no presenta las actas y los resultados? Una sociedad que no tiene unas elecciones transparentes no es realmente democrática, un sistema que no publica los resultados de una manera clara y sencilla, no es democrático. Así de sencillo, no hay que darle muchas más vueltas… Es una de las bases del juego democrático, cuando no se da, es difícil hablar de una verdadera democracia.