Pensaba que la pandemia y su limitación de movimientos me iban a impedir visitar una exposición que deseaba ver. Aun así, hace unos días y sin tenerlo programado, pude arañar un tiempo para recorrer ‘Vulnerables’, en una galería que los Dominicos ponen al servicio del arte y la palabra en Madrid. Aunque ha estado abierta casi todo el mes de mayo, yo fui casi en el descuento, cuando estaba a punto de terminar. No quisiera dar envidia a quienes no la han visitado, pero a mí me sedujo desde que leí la presentación que se hace en el programa. Ahí se afirma que la vulnerabilidad no se identifica sin más con la fragilidad, pues implica asumir esta.
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Abrazar y acoger la capacidad de ser heridos nos hermana a todos los seres humanos y desmorona cualquier muro que pretendamos levantar entre unos y otros. Además, esa vulnerabilidad se convierte en el resorte que posibilita sacar a la luz nuestra mejor versión. Entre las obras expuestas, me sentí un poco hipnotizada ante una de Cristina Almodóvar titulada ‘Eclosión IX’. Como su propio nombre indica, simula una superficie agujereada de la que luchan por salir varias pequeñas mariposas. Me pareció un modo bellísimo de expresar una profunda certeza vital que me viene acompañando desde hace años sobre la vida que brota de las grietas.
Experimentar la fragilidad
Ante esta obra de arte no podía evitar recordar una expresión de Pablo. El apóstol expresa una vivencia personal que le ha hecho experimentar en carne propia la fragilidad y le permite reconocer sin aspavientos: “Cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2Cor 12,10). Es verdad que se puede interpretar de diferentes modos, pero a mí, ante esas mariposas haciendo esfuerzos por salir a la superficie a través de estrechos agujeros, las palabras paulinas me recordaban esa paradoja existencial que, con suerte, todos vivimos. Nuestras heridas, los agujeros más profundos de nosotros mismos, son capaces de convertirse en espacios por los que la vida aflora. Se trata de esa misteriosa sabiduría que brota del sufrimiento cuando este es acogido como compañero de camino y que, en creyente, el Señor nos regala de forma desconcertante.
La vulnerabilidad no solo se convierte en lugar de encuentro entre el arte y la experiencia religiosa, sino también en posibilidad de ganar en hondura y densidad humana. Sí, llegué casi cuando la exposición se terminaba… pero ¿no creéis que valió la pena?