Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

La vocación a la vida consagrada


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El último elemento que quiero tocar a partir de la semana que pasamos en Taizé, tiene que ver con algo que me planteé allí cuando vi la comunidad en su conjunto y que tiene que ver con la vocación a la vida consagrada. Porque Taizé es un lugar por el que pasan miles de jóvenes todos los años. Personas que se están planteando su futuro y a qué se van a dedicar de mayores. Sucede lo mismo en diversos colegios de congregaciones por los que pasan cientos de niños todos los años. Los jóvenes que van a Taizé o a los colegios pertenecientes a las más diversas congregaciones están viendo constantemente personas que consagran su vida al servicio de los demás, que deciden ofrecer lo que son para vivir una vida plena siendo con, por y para los demás.



Este contacto, sin embargo, no parece llevar a que haya un gran número de llamadas a esta clase de vida. Cuando uno se pregunta por qué sucede esto, con frecuencia pensamos en qué hacen las congregaciones mal que espanta a los posibles candidatos. Es evidente que no existe una respuesta simple a esta pregunta, que pretender responderla en su totalidad es un empeño difícil de conseguir. Pero quiero resaltar algo que no depende de las congregaciones sino del ambiente general de nuestra sociedad. Los jóvenes de hoy en día, en su gran mayoría, tienen muy interiorizado que la vida es alcanzar los propios objetivos, conseguir hacer realidad las propias ilusiones, tener éxito persiguiendo aquello que se proponen. Y no solo es este su horizonte vital, sino que están siempre recibiendo mensajes que les dicen que esto es lo que hay que hacer y que esto es lo que se aprecia de verdad en nuestra sociedad.

Y si lo que tengo que hacer es centrarme en hacer carrera, en tener éxito en la vida, en lograr mis ilusiones ¿Dónde entra ahí una vida consagrada a los demás? ¿Una vida que consista en ofrecer mis dones a los otros desde la humildad y el cariño? ¿Quien va a verse atraído por una opción así? Parece bastante evidente que es difícil que alguien quiera hacer eso si el ambiente generalizado nos dice que lo hagamos todo para nosotros mismos.

Una vida plena

Ante ello, la tentación es intentar hacer atractiva la vida consagrada como camino de éxito, de realización, de prestigio o de posibilidad de tener poder. Creo que lo importante es trabajar para que las personas (y en especial los jóvenes) vean que la vida plena consiste en ser para los demás. Que las personas ejemplares no son las que triunfan en la vida porque consiguen enriquecerse o cumplir sus objetivos e ilusiones, sino aquellas que ofrecen lo que son a los otros, que tienen unas vidas con sentido debido a que son don para los otros y saben aceptar los dones que reciben. Y esta manera de entender la existencia no debe enfocarse a la vocación religiosa, sino a la vida, sirve para cualquiera, es la manera de alcanzar una vida plena. Si logramos que las personas piensen así, habrá algunas que quieran hacerlo a través de la vocación religiosa, seguro.