‘Amoris laetitia’: la voladura controlada de Francisco


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Pues sí, hay frustrados a pie de página tras la exhortación apostólica de Francisco, a pesar de que no se toca la doctrina. Entonces, ¿por qué el rechinar de dientes, ese sí pero no? Amoris laetitia no cambia nada precisamente para que pueda haber cambios. Un traslado de sitio en una coma doctrinal y se hubieran lanzado sobre este Papa, para quien no hay concesiones ni infalibilidades que valgan, como bien sabe el cardenal Burke.

Hay frustrados que echan de menos una mayor contundencia, un no categórico a las especulaciones para dejar claro que los divorciados no podrán comulgar por el jamás de los jamases, que a los homosexuales no hay que integrarlos, sino curarlos, y que nada bueno puede crecer bajo las uniones “irregulares”, sean del signo que sean. Y aunque el Papa habla de muchas más cosas que esas, se reconcomen porque la mayoría ha captado que la clave con la que Bergoglio quiere que toda la Iglesia se acerque hoy a las familias, y no solo a la que están en un permanente limbo de indefinición, sea a través del discernimiento y siempre con “la lógica de la misericordia pastoral” antes que desde “una fría moral de escritorio”.

Francisco conjuga en su exhortación –que pasó el filtro de Doctrina de la Fe– algún “por ahora” con alguna carga de profundidad de efectos retardados en una nota marginal. Aparecen latentes, encastrados en el texto pontificio a la espera de ser activadas en el momento oportuno desde ese discernimiento para, sin afán de querer generalizar, comenzar la voladura controlada del dique de contención con el que la Iglesia adoquinó la misericordia al poner más su mirada en los dormitorios de los cónyuges que en el comedor de las familias, según feliz expresión del nada frustrado cardenal Schönborn.

En el nº 2.984 de Vida Nueva

 

ESPECIAL ‘AMORIS LAETITIA’:

 

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