José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Las Contradicciones Navideñas


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La Navidad que celebramos ayer por la noche es, debería ser, un tiempo marcado por la paz, la tranquilidad, la armonía y el amor. Sin embargo, con frecuencia la cargamos de contradicciones. No me refiero a la que surge de las llamadas posadas, que se han convertido muchas veces en simples reuniones y fiestas, con abundancia de ruido, regalos y licor, y ajenas por completo a su significado original. No. Detengámonos en otros contrasentidos, más profundos y arraigados.



El primero se refiere a la clásica disputa entre dinamismo e inmovilidad. Y es que mientras los textos sagrados nos presentan una escenografía cargada de movimiento, los nacimientos que adornan nuestros hogares y edificios se distinguen por su quietud.

En efecto. El mensaje bíblico nos ofrece personajes que se mueven: los Reyes Magos que siguen las indicaciones de una estrella -también en actividad-, los ángeles que anuncian la Buena Nueva, los pastorcitos que deben correr para conocer al Salvador, y especialmente José y María, que se dirigen a Jerusalén para empadronarse.

esferas y árbol

Todo, pues, nos habla de traslado, dinamismo, circulación… ¿y las figuras de los nacimientos?: estáticas, fijas, inmutables. Si acaso las luces que se encienden y se apagan, y quizá un riachuelo o algunas imágenes mecánicas aportan un poco de movimiento, pero el mensaje que se ofrece no nos involucra, no nos invita a introducirnos en el misterio, y no pasamos de ser simples espectadores.

¿Por qué hemos convertido al nacimiento de Cristo, hecho que nos debería impactar al punto de cambiarnos la vida, en una escenificación a la que asistimos, sin ser los protagonistas? La contemplación del evento nos aleja en vez de acercarnos, y la Navidad pasa a ser una función teatral, con el final ya conocido de antemano.

Una segunda contradicción, derivada de la anterior, tiene que ver con la gran pasividad espiritual incrementada en estos días. Desde niñ@s aprendemos a esperar, y esta actitud es la que nos distingue, y nos ha marcado culturalmente. Esperamos que Santa Claus o el Niño Dios nos traigan un regalo y, cuando crecemos, aun manteniendo nuestro anhelo de obsequios, cada vez más caros y sofisticados, endulzamos nuestros deseos esperando cosas como paz, salud, unión familiar, trabajo y prosperidad, pero siempre esperando, depositando en Dios la respuesta a nuestras inquietudes, descargando en Él nuestras responsabilidades y alejándonos de nuestros compromisos.

Pro-vocación

Ojalá y ayer sábado, de preferencia en medio de la reunión familiar, hayamos abandonado esta posición pasiva, para convertirnos en protagonistas de la noche, no contando el chiste de moda o invitando a la superficialidad, sino asumiendo una postura más dinámica, que nos haya permitido salir al encuentro del Niño Dios que viene, sí a salvarnos, pero que nos pide nuestra colaboración para salvar este mundo. Así podremos desearnos una… ¡muy feliz Navidad 2022!