La Iglesia está revisando su impacto sobre los pueblos indígenas. Junto con el crucial anuncio de la fe, también legitimó e impuso masivamente el colonialismo, destruyó culturas locales y usó medios coactivos. Lo bueno de la evangelización solo brillará si el perdón cura las heridas y existe un intenso compromiso en la restauración de la salvaguarda, derechos, memoria y cultura de los pueblos nativos. El perdón depura y fortalece las identidades, mientras que la arrogancia solo las hace más violentas.
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En noviembre de 2021, la Iglesia de Suecia, luterana, celebró en la catedral de Uppsala una ceremonia religiosa de perdón público con el pueblo sami o lapón. Durante siglos, el Estado y la Iglesia forzaron conversiones y quemaron el patrimonio chamán. También hubo cristianos que defendieron los derechos lapones. El sami Anders Fjellner (1795-1876), pastor luterano y poeta, inculturó el cristianismo en su propia cultura y lengua nativa y la protegió contra el colonialismo.
En un acto del Sínodo luterano, samis y no samis, líderes eclesiales y del pueblo sami, rodearon juntos una llama entre piedras ante el altar de la catedral. En oración, los samis relataron episodios de maltratos, expropiaciones y abusos en internados.
El perdón
La arzobispo Antje Jackelen reconoció en una declaración oficial del Sínodo que “las heridas, el dolor, la vergüenza, el autodesprecio, la ira y los recuerdos difíciles son reales… No hemos hecho frente al racismo y el abuso de poder… Cuando le fallamos al pueblo sami, también le fallamos a nuestro Creador. No hemos respondido a la presencia del Espíritu Santo en la creación”.
La Iglesia de Suecia invertirá 3,9 millones de euros en un plan decenal con ocho compromisos de restauración y reconciliación, lo cual incluye una plena sinodalidad con el pueblo sami. El perdón nos dice quiénes somos de verdad.