Las ‘kellys’ de la Iglesia


Compartir

Nada saben allí arriba, en la montaña, de los desbarres de Willy Toledo. Si algo les llega del asunto, lo acogen con la conmiseración con la que en los pueblos se miran las salidas de tono de algún vecino, que en todas partes cuecen extravagantes y bobos. Como mucho, un “venga, no digas más tonterías” y, a partir de ahí, si te descuidas, acabarán diciéndote que Jesús tenía predilección por ellos, por los más inocentes.

Tampoco saben de los abusos, que no entienden posible en quien sigue a Jesús, ni comprenden por qué, en medio de tanto fraude, corrupción y mentira, la Iglesia vuelve a ocupar los telediarios. Sí saben que se acaba el verano y que la pequeña iglesia del siglo XVI aún no se ha desprendido de la humedad que dejaron las lluvias y nevadas del invierno, que en Buesa, como en todo el Pirineo, han sido abundantes.

También saben que no hay dinero, o eso les dicen, que el obispo busca una solución y que el párroco, que atiende a otras parroquias también casi despobladas, no da abasto. Por eso, con naturalidad, toman el mando y actúan por su cuenta, sin mirar más allá de la figura del santo que preside este templo y al que ellas mismas portan en procesión.

Son las kellys de la Iglesia, las que limpian ahora mismo el templo, pasan la fregona, recogen los manteles y demás ornamentos de tela, que apestan a humedad, y van seleccionando, este a un lado, aquel a otro, para ver si son aprovechables o tendrán que comprar ellas nuevos retales para volver a adecentarlo todo.

Aunque lo niegue, las comanda la tía Fina, cubo en mano a sus 86 años, disponiendo tareas a sus compañeras de cuadrilla como si fuera su propia casa, la que tantas veces han sacado adelante. Porque así es, exactamente, como la sienten. A pesar de que dentro, a veces, apesta.

Lea más: