El santuario francés de Lourdes ha anunciado que no se retirarán ni ocultarán los mosaicos que luce realizados por Marko I. Rupnik. La continuidad de obras elaboradas por personas que han cometido abusos y crímenes es controvertida. Por un lado, puede resultar ofensivo el honor que reciban esas obras y dificulta la función contemplativa, celebrativa o de culto.
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Por otra parte, nos muestran que, por muy sublimes que sean las obras humanas, siempre están heridas. No obstante, la cuestión no está clara. ¿Se debe seguir leyendo y citando a Jean Vanier o François Houtart? ¿Debemos seguir escuchando los motetes a la Virgen de Carlo Gesualdo, asesino de su esposa? ¿Debemos seguir exponiendo y rindiendo culto a un cuadro como el ‘Guernica’, considerado por muchos como la pintura más importante del siglo XX, pese a que muy probablemente la propia tela alude a los maltratos de Picasso contra sus mujeres?
Huellas del amor
Toda obra de arte es sublime y vulnerable a la vez. Sin embargo, en lo que de verdad hayamos puesto amor no es mentira, participa de la santidad. Lo amado permanece. Lo amado es. En el amor que todo ser humano muestra por alguien, incluso en las almas más oscurecidas, hay en ello un corazón de verdad, bondad y belleza. Hay obras que salen de manos de la imperfección, pero que muestran huellas del amor y lo eterno. En realidad, a menor escala, a todos nos pasa lo mismo en la vida. Todos nuestros trabajos están traspasados por la herida.
Es cierto que las obras de Rupnik venían acompañadas de un discurso con trazas de fundamentalismo estético, y que ha sido encumbrado como paradigma estético de la Iglesia desde la década de 1980. Pero quizás, incluso eso, hace que durante décadas rezar inspirados por sus obras sea más complejo e induzca a mayor humildad por la conciencia de nuestra vulnerabilidad.