JUEVES
Recepción en Nunciatura. Con más convocatoria de la recordada. Algunos, los que cuentan con galones y coche oficial, se adentran por la vía rápida. Es lo suyo, por la representación institucional que ostentan. Pero otros, aun pudiendo, esperan pacientemente la fila que llega hasta el final de la calle. El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo. Como uno más.
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LUNES
Llamada al falso obispo excomulgado Pablo de Rojas. Se le ve sereno. Pero con algo de resquemor. No en vano, horas después de presidir un acto para las monjas cismásticas de Belorado, se vio en la calle. Justo el mismo día que las exclarisas se reunían con su equipo jurídico. “Me siento bastante defraudado”, asegura sobre la abadesa. Hasta su salida del convento, se daba por hecho que se atrincherarían, considerando que su objetivo era hacerse con los bienes de las consagradas. Hay quien dice que De Rojas y su portavoz son “víctimas”. Solo es una hipótesis.
MARTES
El dolor de las contemplativas crece. Les duele que se las acabe metiendo en el mismo saco que Belorado. Esto es, que se crea que su apuesta por el ‘ora et labora’ se considere de por sí una dinámica que invite a la cerrazón, al abuso de poder, a un aislamiento patológico del mundo. Una de ellas me escribe desmarcándose del entuerto burgalés. “Esa comunidad pertenece a la vida contemplativa femenina, sí; pero también y, sobre todo, al grupo de los restauracionistas con gusto por celebraciones y usos de otros siglos. Ha sido protegida y animada por prelados, por tanto, varones, que están ostentando cargos a día de hoy y que gustan también de estilos pasados y de que las monjas contemplativas les hagan caldo. Ellos han alimentado esa vuelta al pasado en el uso del latín y otras ceremonias y les han fomentado el permanecer en guardia ante otros ritmos. Porque el problema no es por contemplativas. Esa senda del cisma por negación del Concilio lo han seguido otros personajes y grupos, que no vivían en claustro. Pero es más fácil y menos arriesgado hablar contra nosotras”. Nada que objetar.
MIÉRCOLES
Buscan minar su pastoreo a toda costa. Sin escrúpulo alguno. Pero está curado de espanto. Y, sobre todo, con una profunda convicción de que está sirviendo, lo mejor que puede y sabe, a Dios, a la Iglesia y al rebaño que le ha sido encomendado. “Me persiguen con pompas de jabón”, apunta, aderezado con el buen humor de Tomás Moro.