Si cierro los ojos, escucho los golpes secos y acompasados de las horquillas pasar por la puerta de mi casa en las procesiones de nuestra Semana Santa. Son los niños los que acompañan a sus padres, tíos o abuelos, para entregárselas en las paradas y mantener el peso de las imágenes.
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Si cierro los ojos, veo a las mujeres descalzas, con los rostros cubiertos por un velo negro, tras el Santo Sepulcro o la Soledad, haciendo penitencias que desconocíamos los que las observábamos con respeto y unción.
Si cierro los ojos, siento pasar a los de la Vera Cruz, con sus capas negras, en silencio y atentos a la buena marcha de la procesión, andando, con una majestuosa elegancia, delante de los pasos y volviendo de vez en cuando la mirada.
Si cierro los ojos, veo una cuadrilla de niños muy pequeños, vestidos de hebreos, portando en sus manos los signos de la Pasión, despistados, mirando a diestra y siniestra, o pendientes de sus madres, que caminan a su lado.
Si cierro los ojos, veo la fila de hombres ante los confesionarios, unos días antes del Triduo Pascual, para poder cumplir con el mandamiento de la Iglesia de al menos una vez al año comulgar por Pascua Florida. También les recuerdo saliendo de la Vigilia Pascual, mientras cantamos el Gloria, para encender el primer cigarro después de pasar toda la Cuaresma sin probar el tabaco.
Si cierro los ojos, veo el Viernes Santo y los bares cerrados en señal de luto, y años más tarde apagando sus luces al paso silencioso de la procesión. ¡Niño, no cantes, hoy murió el Señor!
Amor derramado
Profunda simplicidad de una Semana Santa castellana. Hombres, mujeres y niños viviendo al unísono una antigua tradición, heredada de sus mayores y trasmitida con amor. Pues de eso se trata, de Amor derramado.
Aunque así lo parezca, no son las soledades, la angustia o el dolor y la muerte lo que procesionamos, sino el amor que Cristo nos tiene hasta entregar la última gota de su sangre, el amor de una madre que nos acompaña reflejando nuestras angustias y soledades, procesionamos la esperanza de los niños que portan los signos de la Pasión como si tal cosa… pues en Cristo todo lo hemos superado. Él ha vencido a la muerte.
¡Ay, la mirada de un niño! Cada imagen, cada paso y cada parada, cada silencio o las notas de nuestra banda y las voces de nuestra coral, son latidos del corazón, latidos de amor por lo bueno que es Dios con nosotros, y nosotros con Él en los demás, pues el que no ama no ha conocido a Dios. Todo es amor, si nos empeñamos en ello. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
¡Animo y adelante!