JUEVES. Rouco Varela en Santa Marta. De tú a tú con Francisco. A juzgar por el ‘Bollettino vaticano’, no se ven en audiencia privada desde hace tres años. Ha llovido lo suyo desde entonces. En Roma. En Añastro. En Madrid capital. Nada trasciende de lo que sucede de puertas para dentro. Aunque hay quien pagaría. Por una buena causa, por supuesto.
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VIERNES. Tras el fracasado intento de crear una cartilla Covid que te abriera las puertas de trabajos y aeropuertos para moverte con la libertad de creerse inmune a todos y a todo, no me extrañaría que alguien quisiera patentar el carné de catolicidad. Hay quien ya lo hace de forma soslayada, cribando el acceso a los sacramentos. Confinando la reconciliación. Poniendo en cuarentena al que llega sucio al bautismo. Manteniendo distancia social del manchado con respecto a la comunión.
LUNES. Llevo todo el día tarareando “Amor… amar”, de Camilo Sexto. Tarareando. La voz no da para más. No sé si mis vecinos podrían soportar tal arranque de euforia final. “Amor, si tu dolor fuera mío y el mío tuyo”. Acoger el sufrimiento y el padecer del otro. Abrazarlo y apropiarse. Hay que tener las agallas de la cruz.
MARTES. Una hará la comunión en zapatillas de deporte. Otra, en pantalones. Mucho más que un cambio de registro en el dress code. Quien se quiera conformar con la anécdota del vestir, que sonría y siga para adelante. Pero la moda, como signo visible, siempre ha sido manifestación de lo que se mueve por dentro. Y se mueve mucho en esas niñas de hoy. En esas mujeres de mañana. ¿Y en la Iglesia? ¿Dispuesta a celebrar también en zapatillas o a reconocer que ellas comulgan con pantalones? Pregúntese a quien todavía se escandaliza por un hombro al descubierto o por una religiosa sin toca. Lección de estilo.
MiÉRCOLES. Negacionistas. No solo de los que creen que el coronavirus es un cuento chino. Sino los que se hacen los suecos porque creen que todo sigue igual en la Iglesia. Y en el mundo. Deducción al toparme con un plan pastoral prolijo en páginas, pero ajeno a máscarillas, geles y test rápidos. Más al margen aún de quienes se han quedado en la cuneta desde marzo. Un programa de laboratorio para apuntalar un andamiaje de mantenimiento cuando la estructura tiene carcoma. Con barniz se disimula. Hasta que llegue el próximo inquilino.