Lecciones de Atapuerca


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Las excavaciones de Atapuerca –cuyos descubrimientos han cambiado los libros de Prehistoria– cumplen 40 años. Aunque todo empezó por casualidad casi un siglo antes, cuando, pensando en el futuro de la zona, se cavó una gran trinchera para que cruzase aquella sierra un ferrocarril minero, dejando al descubierto uno de los yacimiento arqueológicos más importantes del mundo.

Aquel ferrocarril miraba al futuro, pero abrió las puertas al conocimiento del pasado, con revelaciones que deberían hacer plantearnos si todo lo que se nos vende como avance lo es en realidad y si no deberíamos mirar de vez en cuando al pasado, eso que siempre tiene mala prensa.

Una parte de lo descubierto se exhibe en el Museo de la Evolución Humana de Burgos. La información que alberga apabulla. Pero son un cráneo y una pelvis los que quedan fijos en el recuerdo. El cráneo corresponde a un joven que sufrió una fuerte infección dental que le carcomió parte del hueso. Los seis u ocho meses que sobrevivió lo hizo entre fuertes dolores. “Fue cuidado durante ese tiempo y alimentado, quizás incluso haciéndole papilla para poder comer”, recalca la investigadora que acompaña la visita.

La pelvis perteneció al “abuelo de Atapuerca”, un anciano que arrastró una grave patología locomotriz, pese a lo cual sobrevivió hasta la ancianidad cuidado por el grupo, algo que demostraría que los mayores gozaban de una consideración especial.

Escucho al Papa –en su encuentro con la Pontificia Academia para la Vida– reclamar de nuevo protección para los no nacidos, pero también para los nacidos que viven en la pobreza, para los ancianos “privados de atención” y para ese amplio catálogo que abarca lo que él denomina “descartados” y siento que no todo avance nos lleva al progreso.

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