Libertad y debates saludables


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“Como la Iglesia es un Cuerpo vivo necesita de la opinión pública para mantener el diálogo entre sus propios miembros. lo así prosperará su pensamiento y actividad. ‘…Le faltaría algo en su vida, si careciera de opinión pública. Y sería por culpa de sus pastores y fieles’. ”  Éste párrafo puede encontrarse en el Nº 115 de la Instrucción Pastoral  Communio et Progressio de la Pontificia Comisión para los Medios de Comunicación Social y fue publicado en 1971. La cita final, con la que se refuerza la importancia del tema, corresponde a un discurso de Pío XII del 17 de febrero de 1950. Han pasado muchos años, la comunicación social se ha transformado radicalmente, y sorprende la notable actualidad de lo expresado entonces.

Más asombroso resulta pensar lo poco que se ha avanzado en estos años en la cuestión de fondo. Parecería que aún seguimos con miedo a las discusiones. Evidentemente cambiaron los medios, pero no se trata de saber si nos comunicamos por telégrafo o por WhatsApp —eso es secundario— la cuestión es cómo nos comunicamos entre los miembros de la Iglesia y con las realidades en las que ella desarrolla su labor. Ese cómo no se refiere a los aparatos que se usen sino a temas relacionados con la actitud, los contenidos, el lenguaje y muchos otros de ese tenor. El verdadero desafío no está en los instrumentos sino en los contenidos. Hoy contamos con una impresionante parafernalia tecnológica, pero no se trata de antenas, cables, satélites y pantallas, sino de algo mucho más profundo y complejo: ¿qué queremos comunicar?, ¿a quiénes?, ¿por qué?, ¿cómo? Las respuestas a estas preguntas, las más básicas, las que se aprenden en la primera clase de periodismo, siguen pendientes en muchos ámbitos.

El mismo documento continúa diciendo: “Es necesario, pues, que los católicos sean plenamente conscientes de que poseen esa verdadera libertad de expresar su pensamiento, que se basa en la caridad y en ‘el sentido de la fe’.” Se relaciona a la opinión pública necesaria y saludable en la Iglesia con la libertad de los cristianos de expresarse. En tiempos de redes sociales y de constantes discusiones sobre el rumbo de la Iglesia y debates sobre la actuación de pastores y de fieles, estas palabras adquieren una nueva fuerza. La pluralidad de opiniones no debe extrañarnos, ni tampoco vivirse como un peligro a evitar, el Espíritu fomenta tanto la unidad como la diversidad.

“Los católicos, pues, aún debiendo estar todos atentos a seguir el Magisterio, pueden y deben investigar libremente, para llegar a interpretar más profundamente las verdades reveladas, a fin de que éstas se expongan mejor a una sociedad múltiple y cambiante.” (CP117) Es bueno repetirlo: investigar libremente las verdades reveladas. El desafío no es conservar intactas las formulaciones de la doctrina sino exponerlas mejor; en otras palabras, que lo que se diga se entienda.

Hoy todo se debate y eso asusta a muchos, pero no hay nada que temer, ese diálogo es la manera de generar opiniones y posturas claras en la Iglesia; de crecer y ser adultos en la fe. El mismo documento lo decía hace casi 50 años: “Esta libertad de expresión en la Iglesia, lejos de dañar su coherencia y unidad, puede favorecer su concordia y coincidencia, por el libre intercambio de la opinión pública.”