“Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común; vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno.” (Hechos de los apóstoles 2, 44-45)
- Consulta la revista gratis durante la cuarentena: haz click aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
- LEE Y DESCARGA: ‘Un plan para resucitar’, la meditación del papa Francisco para Vida Nueva (PDF)
- Toda la actualidad de la Iglesia sobre el coronavirus, al detalle
Indro Montanelli, en su ‘Historia de Roma’ (pág. 324) afirma que los cristianos eran “gente industriosa y pacífica, de pequeños y medianos ahorradores, que financiaban las comunidades cristianas más pobres. Luciano el descreído les definía como “imbéciles que juntan todo lo que poseen. Tertuliano el converso precisaba: que ponen junto lo que los demás tienen separado, y tienen separada la única cosa que los demás ponen junto: la mujer”
Es decir, los primeros cristianos no eran conocidos por sus grandes templos, ni por unas ceremonias espectaculares que causasen admiración entre aquellos que no profesaban esa misma religión, sino que eran conocidos porque lo compartían todo, porque ponían en común sus posesiones. Y esto no solo se hacía cuando las primeras comunidades pensaban que iba a llegar el fin de los tiempos y que había que sentarse a esperarla compartiendo todo lo que tenía. Sino que cuando se tuvo claro que eso no iba a suceder en un plazo breve de tiempo, potenciaron el trabajo y la laboriosidad y siguieron viviendo la comunidad de bienes, compartiendo lo que tenían y realizando colectas para financiar a los más necesitados de entre ellos.
Los primeros cristianos, cuando tuvieron que llevar adelante el mensaje de amor que habían recibido de Jesucristo no se pusieron a montar una religión con unas características similares a la que tenían aquellas que primaban en ese momento en su entorno, sino que se sentaron a compartir el pan, todos en la misma mesa y esto se tradujo en ponerlo todo en común. La mejor manera que encontraron de hacer realidad el amor de Dios en la tierra fue la de compartir lo que se tiene para que nadie quedase sin comer, para que todos pudiesen disfrutar de lo que necesitaban para llevar una vida digna.
En un momento en el que temporalmente (esperemos) los niveles de pobreza se han incrementado en nuestro país y en muchos lugares del mundo debido a la parada de la actividad económica, el ejemplo de los primeros cristianos nos da la pista sobre cómo podemos hacer realidad el amor de Dios en nuestro día a día. Y para cuando esto se supere, seguiremos teniendo una referencia sobre cuál es la principal manera de anunciar la buena nueva de Jesús en una sociedad que genera una gran cantidad de excluidos.