Hace un siglo, la mitad de las tierras altas de Etiopía –región de Amhara– estaban cubiertas por bosques. Un siglo después, solo se conserva el 5% de esos árboles. El 90% de la masa forestal etíope fue destruida durante el siglo XX para expandir los latifundios de cereales. Los únicos bosques que resisten la tala en la región se refugian alrededor de las iglesias.
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La Iglesia Unitaria Ortodoxa (congrega al 45% de la población de Etiopía) ha custodiado una amplia red de bosques que forman parte de su recinto parroquial o monástico. Son los únicos espacios donde todavía se conservan especies animales y vegetales que ya han sido extinguidas en Etiopía.
Librerías genéticas
Las imágenes recogidas en un libro del fotógrafo escocés Kieran Dodds, ‘The Church Forests of Ethiopia’, nos muestran pequeñas formas geométricas de bosques con el templo en su centro. Desde el punto de vista científico, se ha reconocido que son librerías genéticas de máximo valor. Constituyen auténticas arcas bíblicas en pleno siglo XXI, que esta vez no han sido salvadas de las inundaciones, sino de la hiperexplotación y la desertización provocada por el ser humano.
Las comunidades cristianas de cada parroquia son muy conscientes del enorme valor de esos bosques eclesiales. Para ellos, son jardines del Edén. En ellos se une el cuidado del último legado natural de Etiopía, la oración y alabanza a Dios, la celebración eucarística en plena naturaleza, además de que cada uno de esos bosques protege balsas de agua que aún no han sido saqueadas.
Pastores, monjes y laicos trabajan juntos como guardianes de esta red de oasis forestales, y en esa causa no hay divisiones ni se separa el seguimiento de Jesús del cuidado de los demás y la Creación. Estas iglesias-bosque son una buena metáfora para pensar la parroquia del siglo XXI.