Como médico clínico hospitalario, soy testigo privilegiado de la entrega de numerosas familias, que se desviven cuidando a los suyos, tanto en el hospital como en el domicilio. Personas que se dan en el cuidado de los padres ancianos, que entregan su tiempo, energía y cariño. No cobran por ello ni piden reconocimiento alguno. Su dedicación no les lleva a la queja ni a la amargura, aunque en no pocos casos otros hermanos nada aporten, hagan ningún esfuerzo o muestren la mínima generosidad.
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Estos cuidadores han convertido el cuidado en un don y, por lo general, no sienten frustración por lo que otros calificarían de “tiempo perdido”, o por las oportunidades que deben dejar pasar. Devuelven lo que recibieron de sus padres en otra época, con la naturalidad del amor de una hija hacia sus padres, con la benevolencia que da ejercer una humanidad profunda.
Molestias con una fecha de caducidad
Lavan, duchan, dan de comer, acompañan, llevan al médico. Cuando eran niños, sus padres lo hicieron con ellos, aunque entonces, estando la vida en su alborada, todo era ilusión, promesa de crecimiento. Claro que la caca y el pis olían mal, pero más temprano que tarde el niño ya controlaría sus esfínteres; eran molestias con una fecha de caducidad.
Con los ancianos, sin embargo, la situación no hará sino empeorar; no cabe esperar mejorías, sabemos que habrá una pérdida progresiva de funciones y habilidades. A pesar de ello, los cuidadores no abandonan ni se quejan. Se mantienen día tras día movidos por el cariño, el respeto, la convicción. Hacen lo que deben hacer. Es lo que toca en esta época de la vida, mientras la persona cuidada sobreviva.
Signo de esperanza
Benditos sean tantos cuidadores que nos enseñan qué es el amor incondicional, qué significa la palabra abnegación, en qué consiste la entrega gratuita. Viéndoles, se recupera la fe en el ser humano y se comprende que todavía hay esperanza para nosotros en un país y en una sociedad sumida en la estulticia y la superficialidad, sometida a la voluntad de políticos venales, que ni siquiera modifican sus estrategias perversas en medio de la peor tragedia climatológica que España ha sufrido en los últimos años.
Recen por los enfermos y sus cuidadores, y por este país, que vive tiempos de malas noticias y peores realidades.