Los curas, a pagar y callar


Compartir

Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“No hay que ser Claudio Sánchez Albornoz para no tragarse que la Iglesia es la legítima titular de la Mezquita-Catedral de Córdoba por pagar treinta monedas en 2006…”.

Dicen que la historia es maestra pero no parece tener muchos alumnos. Y es una pena, porque si no la conocemos mínimamente, acabaremos repetiendo sus errores.

Pero hoy la gente no quiere historias con mayúscula, sino historietas con que alimentar la inmediatez que nos exigen los medios de comunicación y los prejuicios que cultiva con mimo cada cabecera de prensa. Este espíritu, plaga actual en el gremio, me recuerda a aquel grafiti apresurado en el bar de la facultad: “La cultura me persigue… pero yo soy más rápido”. Como originalidad estaba bien, pero temo que se haya tomado al pie de la letra.

No hay que ser Claudio Sánchez Albornoz para no tragarse que la Iglesia es la legítima titular de la Mezquita-Catedral de Córdoba por pagar treinta monedas (estas de euro) en 2006 al inmatricularla gracias a que Aznar había reformado la ley hipotecaria para dar gusto a los obispos. Junto a este “robo”, la Iglesia habría perpetrado centenares más.

Se olvidan quienes llevan esa cuenta de las varias desamortizaciones de bienes eclesiales en los siglos XVIII-XIX, de las que los pobres se beneficiaron más bien poco.

Pues bien, estas informaciones circulan por Internet con la finalidad aparente de que la Iglesia pague impuestos y se financie sin recursos públicos. Esto, que podría ser muy razonable y obligaría a los católicos, de una vez por todas, a un compromiso mayor con su Iglesia, es torticero porque falsea los principios.

La Iglesia no se ha negado a pagar el IBI: se beneficia de una legislación, como también lo hacen otras instituciones consideradas de utilidad pública. ¿Deberían también ellas autofinanciarse? ¿Incluidos partidos políticos y plataformas laicistas que van con la escoba detrás de los curas?

Con lo que los colegios católicos le ahorran al Estado (más de 3.000 millones), se podría pagar el IBI. Y lo que Cáritas hace solo con las aportaciones de sus socios y las campañas en las parroquias, le ahorra a las arcas públicas casi el equivalente a lo que la Iglesia recibe vía IRPF (por voluntad expresa de los contribuyentes, no se olvide).

Hay más datos, aunque no hay peor ciego que el que no quiere ver. Más que por no pagar impuestos, lo que parece que molesta es que la Iglesia tenga aún visibilidad. Pero esa es otra historia, que tampoco conviene repetir.

En el nº 2.792 de Vida Nueva.