Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Los extremistas no creen en la igual dignidad de las personas


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La primera característica que comparten los movimientos extremistas, sean de un lado o de otro, es que no creen que todas las personas tengamos la misma dignidad. Por el contrario, opinan y creen de una manera radical que en la sociedad hay personas mejores y peores, que no todos somos iguales y que por ello, hay que tratar de manera diferente a unos y a otros, no para nivelarlos, sino para darles a cada uno lo que se merecen y lo que les corresponde. La sociedad debe, por lo tanto, proteger y potenciar a aquellos que son mejores y castigar o perjudicar a quienes no llegan al nivel de los primeros. Evidentemente, los buenos siempre son los propios extremistas y los malos son aquellos que no tienen sus características.



Quizás el ejemplo más claro es la diferenciación nacionalista. Los extremistas basados en la nación siempre creen en su superioridad que les da derechos por encima de quienes no comparten su raza, su lengua, su religión, su nacionalidad, su historia, etc. El resto no son portadores de los mismos derechos. Pero también hay extremistas que piensan que esta diferenciación se basa, no en estos elementos característicos de una u otra nacionalidad, sino, por ejemplo, en la riqueza o en la pobreza, en la orientación sexual, en la historia anterior, en sus ideas.

Existen extremismos que llegan a hacer un listado entre privilegiados y oprimidos para clasificar a las personas en un lugar u otro y poder dar más derechos y preponderancia a unos grupos sobre otros. La desigualdad se convierte en algo valioso para el extremista porque le permite poner a unos por encima de otros y justificar el desprecio por una parte de la población.

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Otro ejemplo es poner a quienes piensan diferente en un segundo lugar por debajo de aquellos que comparten su posición. Por eso sucede algo que describimos la semana pasada: no son dignos de ser escuchados. Solamente escucho a los míos, porque los otros no han llegado a mi nivel y al de los míos, de darse cuenta de cual es la verdad. Los otros son personas por debajo de mí, por debajo de los míos. Por eso hay que poner muros contra los otros, ya sea de manera física para que no lleguen a mis fronteras o ya sea de manera figurada, para que sus ideas no permeen en las personas todavía no alineadas.

Una vida en común

Esta desigualdad en la que se basan todos los extremismos de derechas y de izquierdas, está muy lejos de la igualdad antropológica que anuncia nuestra fe, de la conciencia de que todos somos hijos de Dios con la misma dignidad. Ya Pablo decía “no hay distinción entre judío y griego, entre esclavo y libre, entre varón y mujer”. Y yo añado “entre musulmán y cristiano, entre nacional y extranjero, entre conservador y socialista, entre africano y europeo…” “Porque todos son uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28). Los cristianos debemos apostatar de esta idea extremista para proclamar la igualdad en dignidad de todas las personas y actuar en consecuencia. Todos somos uno y debemos construir una vida en común en la que todos quepamos.