Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Los guantánamos de Europa


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La creación de campos europeos de deportación en países fuera del derecho europeo es uno de los signos más preocupantes de la Unión Europea en este siglo. A cualquier persona del mundo, este género de centros de factura europea le recordará inmediatamente los campos de concentración. Parte del objetivo es que esa asociación tenga un carácter disuasorio. Pero no lo tendrá.



La red de Centros de Identificación y Expulsión que Italia ha instalado en las localidades albanesas de Shengjin y Gjadër ―una antigua base militar comunista― tiene la intención de alojar cada año a 36.000 extranjeros solicitantes de asilo. No ha sido habilitado por razones financieras. La construcción con materiales efímeros ha costado 60 millones de euros, necesita 160 millones de mantenimiento al año y a ello hay que añadir el coste de 270.000 euros de cada trayecto desde aguas italianas a los campos (la previsión del gobierno de Melloni es un coste de 14 millones al año en transportes).

Barco Albania

La previsión inicial es un coste de 18.000 euros anuales por persona por vivir en un habitáculo de 12 metros cuadrados. Tampoco se deporta al extranjero porque no exista espacio en los países. Es por un lado una medida simbólica y por otro lado una medida de extrajudicialización para esquivar la aplicabilidad del derecho europeo. Una y otra vez en la historia se ha demostrado que cuando se deporta a otros países es para poder violar derechos que en territorio nacional tendrían protegidos.

Europa ya había creado un precedente al llegar a un acuerdo con Turquía en 2016 para crear un campo en localidades turcas como Antioquía, Edirne o Binkiliç. Una reciente investigación periodística sobre dichos centros titulaba así su informe: Refugiados encerrados como animales y deportados como criminales, con dinero de la UE. Melloni lo pretende convertir la política migratoria europea en una política dominada por los símbolos de los campos de concentración.

La deportación se realizó, además, en unas condiciones de militarización que debería avergonzar al continente de Primo Levi, Simone Weil y Boenheffer. Los catorce refugiados fueron trasladados en un buque de guerra bajo vigilancia militar y fue muy significativo cómo fueron internados en el campo: pasando entre dos filas de numerosos policías, cuatro veces más que los pobres asilados que cruzaban la puerta. Fue una ceremonia de criminalización, como si Italia se hiciera librado de los peores terroristas. Fue demasiado parecido a Guantánamo.

Deportaciones Italia_Albania 1

La operación podía haberla hecho personal de servicios sociales o de cooperación internacional, pero no: Melloni quería demostrar teatralmente al mundo que los refugiados e inmigrantes son personas peligrosas. En esa misma lógica, la primera ministra italiana se refirió a ellos como “extranjeros en edad militar”, es decir mayores de 18 años. Denominarlos de esa manera altera completamente la percepción pública, los presenta como potenciales terroristas y criminaliza en general a quienes quieren salvar sus vidas o vienen a trabajar a un continente en el que hacen falta cada año tres millones de nuevos trabajadores extranjeros para poder conducir nuestros camiones, cuidar en nuestros hospitales o pastorear nuestros rebaños.

La animalización de Trump

Al día siguiente de la deportación de Melloni el 15 de octubre de 2024, Trump dio un paso más en la denigración, señalamiento y criminalización de las personas migrantes, al calificarlas como animales. El 16 de octubre, en el curso de un mitin en Aurora (Colorado), Trump ha exigido la aplicación de la Ley de Enemigos Extranjeros a la población migratoria y ha concluido: “Tenemos que vivir con estos animales, pero no por mucho tiempo”. Comen animales, son animales y pueden ser tratados como animales, es la lógica de Trump. Esa animalización fue una de las operaciones ideológicas previas que hicieron posibles las más carniceras tiranías de la historia del siglo XX.

No solo se han pasado las líneas rojas, sino que se comienza a recorrer un camino de deshumanización que tristemente conocemos bien a dónde conduce. En esta primera fase tan bochornosa hemos entrado en una posible guantanamización de la política europea de refugiados y migrantes, que la propia Comisión Europea ha saludado como una buena práctica y promete estudiar. Ha sido presentado como un éxito en Europa y Ursula von der Leyen ha especulado con la probabilidad de que una mayoría de europeos apoyen este tipo de execrables medidas. Europa ha empezado a crear sus propios guantánamos.

 


  • Manuel Tori (2024). Los primeros errores y un coste de 1.000 millones comprometen el plan de Meloni en Albania. ‘El Mundo’, 17 de octubre de 2024.
  • Íñigo Domínguez (2024). El plan de Meloni en Albania empieza fallando: cuatro de los 16 primeros deportados deben regresar a Italia. ‘El País’, 16 de octubre de 2024.
  • Andrés Mourenza, Mohammad Bassiki & Ylenia Gostoli (2024). Refugiados encerrados como animales y deportados como criminales, con dinero de la UE. ‘El País’, 11 de octubre de 2024.