JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Corremos el riesgo de conmemorar un mero hecho histórico (desconocido para las nuevas generaciones) sin celebrar el cambio de visión que supuso para una Iglesia que abrió ventanas y se asomó al mundo…”.
El año pasado, por estas fechas, las diócesis españolas bullían de actividad preparándose para acoger a miles de jóvenes que se instalarían en ellas para una convivencia previa a la peregrinación masiva a la JMJ de Madrid.
Más allá de las intensas emociones vividas en las jornadas centrales madrileñas, aquellos “Días en las Diócesis” fueron fundamentales para experimentar la comunión de la Iglesia universal. Jóvenes que no se conocían de nada enseguida sintonizaron porque compartían la misma frecuencia de onda, el seguimiento de Jesús, y querían, además, experimentar ese sentimiento de pertenencia, ayudar a difundir el mensaje cristiano y mostrar su compromiso con la Iglesia.
Un año después, ¿qué queda de aquellas ilusiones? ¿En qué se han ido materializando aquellos compromisos? ¿Cómo se ha canalizado aquella energía y entusiasmo juvenil? En el recientemente presentado Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal se dan algunas pistas, entre ellas, la necesidad de priorizar la “instrucción doctrinal” de los jóvenes, fundamentalmente a través del Catecismo y de su versión juvenil, el YouCat. Pues vale.
Acaba de pedir Benedicto XVI que releamos los textos del Vaticano II cuando se van a cumplir cincuenta años de su apertura. Y ha recalcado que ese magisterio “contiene una riqueza enorme para la formación de las nuevas generaciones cristianas”. ¿Por qué no incluir, pues, en esa “instrucción doctrinal” aquellos textos que nos hablaban de una Iglesia que quería abrirse a los contextos culturales que surgían desafiantes ante ella y a los que se confrontaba sin miedos, pero también sin arrogancias?
Corremos el riesgo de conmemorar un mero hecho histórico (desconocido para las nuevas generaciones) sin celebrar el cambio de visión que supuso para una Iglesia que abrió ventanas y se asomó al mundo. Justo lo que buscan los jóvenes: salir al encuentro de “las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de estos tiempos”, porque, para los cristianos, “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en sus corazones”, como señala Gaudium et spes. Sobre todo en los juveniles.
En el nº 2.810 de Vida Nueva.