Los otros mártires del coronavirus: 50 sacerdotes muertos en Italia


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En estas semanas de una epidemia que todavía parece seguir creciendo en Italia, no solo mueren médicos y enfermeras, sino también sacerdotes. Cincuenta, hasta ayer. Casi todos se concentraron en el norte del país y, principalmente ancianos, pero también algunos más jóvenes. De sus escasas biografías se desprende que, a pesar de la edad avanzada, no pocos seguían activos, de diversas maneras, para compensar la disminución del clero.



La misión del sacerdote es una elección vital total, que nunca termina: los sacerdotes nunca se jubilan. Por eso, el virus los cazó. Porque su vida estaba inmersa en la de sus comunidades, y es probable que algunos de ellos se infectaran, sin darse cuenta o conscientes del peligro mortal, para ofrecer la extrema unción a un enfermo o simplemente atenderle en sus necesidades. Por ejemplo, confesarle.

Capellanes, al frente

El primer deber de un sacerdote es precisamente el de ayudar a morir con esperanza, tal vez liberarse de la culpa y de las cargas que un ser humano puede llevar consigo la mayor parte de su vida. El dolor que todos sentimos al ver que tantas personas enfermas mueren solas, sin consuelo espiritual, incluso ahora sin funerales, deja en claro cuán importante es la presencia de un sacerdote al final para la persona moribunda, y también cómo los sacramentos y los rituales ayudan.

 Scaled

Quizás cuando volvamos a la vida normal, puede que la presencia de los sacerdotes en los hospitales ya no se considere algo desafortunado y que los familiares no dejen de solicitar su acompañamiento a sus seres queridos que se acercan a la muerte por miedo a que se asusten. La muerte asusta, por supuesto, a todos y cada uno de nosotros, pero la presencia de un sacerdote puede marcar la diferencia. Graham Greene lo sabía y así lo expresa en la novela ‘El poder y la gloria’ al abordar la redención del protagonista, un sacerdote manchado con todos los pecados, en el episodio final cuando, al escuchar la confesión de una persona moribunda, desafía la muerte que a él también le acecha. De esta manera, explica precisamente precisamente en esta labor al límite que se encuentra el corazón de su misión.