Raúl Molina
Profesor, padre de familia y miembro de CEMI

Los pobres los tenéis siempre con vosotros


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El pasado domingo 3 de abril, en un artículo titulado ‘Madrid rico, Madrid pobre: una región partida en dos por la desigualdad’ y firmado por Antonio Jiménez Barca, El País alertaba sobre “la creciente distancia entre las clases desfavorecidas y las adineradas de la Comunidad de Madrid” que “no afecta solo a la renta” sino “también a la sanidad, la educación y el urbanismo”. Incluso hasta la esperanza de vida parece estar zonificada en función de la renta.



Cada vez que vuelven a mis oídos las palabras de Jesús afirmando que ‘a los pobres los tenéis siempre con vosotros’ (Mt 26,11), pienso en la brecha social que parece ser imposible de romper, y en como afloran, de manera permanente, inconvenientes culturales, económicos, políticos y educativos que impiden eliminar aquellos aspectos que hacen que la población mas desfavorecida padezca lo menos posible.

Siempre estarán con nosotros

No soy optimista. Como profesor de secundaria llevo más de veinte años viendo que el fruto de mi trabajo perpetúa, e incluso empeora, una dinámica social en la que la distancia entre familias de diferente nivel cultural y económico, cuanto menos, se mantendrán en la siguiente generación. El trabajo en la escuela no está consiguiendo que desaparezcan las diferencias sociales. Parece que los pobres siempre estarán con nosotros.

Pero, como comenté en ‘La escuela desconcertada’, toda esta desesperanza que puede vislumbrarse en mi discurso, no es ni mucho menos un signo de falta de esperanza, pues, como apunta Terry Eagleton en su libro ‘Esperanza sin optimismo’, “lo opuesto de la esperanza podría ser una jovialidad huera, pero desde luego no es la tragedia”. Nombrar la tragedia, la problemática, la decepción, la desesperanza… es en sí mismo un signo de esperanza. Ocultar nuestra percepción trágica de la realidad bajo el palio de la frivolidad, la satisfacción impostada o el filtro rosa, es el verdadero enemigo de la esperanza.

 Scaled

Así que invito a mirar esta realidad, aceptarla, tomar conciencia de que la problemática está ahí, tomar conciencia de que la brecha social existe, de que parece que las clases sociales nos se han extinguido y de que los pobres siempre estarán con nosotros. Luego toca remangarse, construir esperanza, y trabajar para extinguir de nuestra sociedad las cifras crecientes del dolor de muchos. Después, y nunca mejor dicho, que sea lo que Dios quiera.

Conviene sacudirse el polvo.