El aniversario
El próximo miércoles, 31 de enero, el calendario marca la festividad de san Juan Bosco y la familia salesiana se vuelva en un sinfín de celebraciones. Este año es diferente porque se cumple un aniversario peculiar: el bicentenario de un sueño que el joven Juanito Bosco tuvo a la edad de 9 años y que señala que no se le olvidará a lo largo de toda su vida. Tanto es así que entre 1924 y 1925 la congregación ya celebró por todo lo alto el primer centenario.
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En su mensaje para el año nuevo en 2012, el entonces Rector Mayor de los salesianos, el mexicano Pascual Chávez Villanueva, decía que este sueño en concreto es “una presentación sencilla y al mismo tiempo profética del espíritu y de la misión de Don Bosco. En ella se define el campo de acción que le fue confiado: los jóvenes; se indica el objetivo de su acción apostólica: hacerlos crecer como personas a través de la educación; se ofrece el método educativo que se revelará eficaz: el Sistema Preventivo; se presenta el horizonte en el que se mueve toda su obra y la nuestra: el designio maravilloso de Dios, que antes que nadie y más que nadie, ama a los jóvenes”.
Pero, para quienes no están familiarizados con los detalles de este sueño, qué es lo que ocurrió. A este niño le pareció hallarse en un prado espacioso junto a su casa… y en ese escenario Dios le llamaba a ser “Buen Pastor” para los jóvenes necesitados.
Un pastor
En este sueño de Don Bosco la figura de Jesús aparece como buen pastor que guía y orienta al niño Juanito. Así lo escribe el propio Don Bosco:
En aquel momento apareció un venerable hombre, de aspecto varonil, noblemente vestido. Un manto blanco cubría toda su persona; pero su rostro era tan resplandeciente, que no pude mirarle. Me llamó por mi nombre y me ordenó que me pusiera al frente de aquellos niños, añadiendo estas palabras: “No con golpes, sino con mansedumbre y caridad habrás de ganarte a estos amigos tuyos”. Así que inmediatamente me dispuse a instruirles en la fealdad del pecado y la preciosidad de la virtud. Confundido y asustado, añadí que yo era un pobre niño ignorante incapaz de hablar de religión a aquellos jóvenes. En aquel momento, aquellos muchachos dejaron de reñir, gritar y maldecir, y todos se reunieron en torno al orador.
En el relato sin embargo hay un juego especial de miradas y reconocimientos y es que Juanito parece no reconocer a ese hombre tan majestuoso como misterioso. Por ello prosigue el relato con un diálogo en el que precisamente parece querer reconocer quién es el personaje que aparece tan en primer término en el cuadro del sueño de nuestro retablo. Por eso prosigue así el relato del sueño:
Casi sin saber lo que me decía, añadí: “¿Quién eres tú que me mandas algo imposible?”. “Precisamente porque tales cosas te parecen imposibles, debes hacerlas posibles mediante la obediencia y la adquisición de conocimientos”. “¿En dónde y por qué medios adquiriré el conocimiento?”. “Yo te daré la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad”. “Pero, ¿quién eres tú que hablas de esta manera?” “Yo soy el hijo de aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día”. “Mi madre me dice que no me junte con los que no conozco, sin su permiso; por eso dime tu nombre”. “Mi nombre pregúntaselo a Mi Madre”.
Y es que no podemos olvidar que los sueños, para Don Bosco, tienen un fuerte componente vocacional. Escribe un estudioso al respecto que “en los relatos de los sueños, la visión más profunda de la realidad cotidiana y la concreción de las realidades espirituales y eternas desafiaron a los jóvenes a aceptar una doble llamada. La primera es la llamada a la transformación de la vida de los jóvenes hacia el bien. La segunda es la llamada específica a la consagración en la Congregación Salesiana”. Esta llamada al bien es muy clara desde el principio de la aparición de Jesús quien llama a Juanito por su nombre –a pesar de que no desvela el suyo–. Este componente lo destacaban los salesianos reunidos en 1972 para celebrar su Capítulo General Especial. En su documente se dice expresamente que “en las repetidas referencias a los Sueños de su infancia, Don Bosco revela la plena conciencia de tener que interpretarlos como claros signos de una vocación superior, marcada por rasgos específicos que le son indicados desde lo alto. De los relatos de sus sueños vocacionales, densos de reminiscencias bíblicas, emerge un Don Bosco convencido de ser llamado por Dios al ministerio de pastor de los jóvenes. Pastor es la imagen que se repite insistentemente desde el principio en todos los sueños vocacionales”.
Don Bosco “decía con algunos en particular: He aprendido más teología en estas tres noches que en todo mi curso de teología”. Los sueños son interpretados por Don Bosco como una experiencia extraordinaria que forma parte de su misión diaria. Así el sueño no se queda sólo en un conjunto de símbolos y significados, sino en la experiencia de una comunidad real. Este sueño forma parte así de ese típico y complejo “lenguaje del corazón” del que Don Bosco habla en su escrito sobre el Sistema Preventivo a través del cual “el educador, una vez conquistado el corazón de su destinatario, podrá ejercer sobre él una gran autoridad, advertirle, aconsejarle e incluso corregirle”.
María
Pero el sueño continúa. El hombre de aspecto majestuoso le había pedido a Juanito sembrar el bien en medio de las peleas y palabrotas de los muchachos que campaban a sus anchos por el prado. Para llevar a cabo esta misión le promete una maestra, su propia Madre. Y sigue el sueño:
En ese momento vi junto a él a una mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que brillaba por todos lados, como si cada punto de él fuera una estrella resplandeciente. Como yo estaba cada vez más confuso en mis preguntas y respuestas, me hizo señas para que me acercara a ella, que gentilmente me tomó de la mano, y me dijo: “Mira”. Al mirar vi que todos aquellos niños habían huido, y en su lugar vi una multitud de niños, perros, gatos, osos y varios animales más. “Aquí está tu campo, aquí es donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y lo que veas de estos animales en este momento, lo harás por mis hijos. Entonces levanté la vista, y he aquí que, en lugar de animales feroces, aparecían otros tantos corderos mansos, todos saltando, balando como si quisieran alegrarse con aquel hombre y aquella dama. En ese momento, aún dormido, empecé a llorar, y le rogué al hombre que hablara para que yo pudiera entender, pues no sabía lo que quería decir. Entonces me puso la mano en la cabeza y me dijo: “A su debido tiempo lo entenderás todo”.
Las palabras de María están llenas de recomendaciones, formas de ser sal en medio de aquellos muchachos, como invita Jesús en el evangelio. Unas recomendaciones que vienen de la mano de la Virgen que se presenta, podríamos decir, como una maestra de espiritualidad. Sí, de espiritualidad que es una palabra antigua, cargada de muchos significados. Para Don Bosco la espiritualidad no es un privilegio de unos pocos afortunados, ni requiere llevar una vida en el desierto o de clausura en un convento… La espiritualidad consiste en vivir nuestra vida cotidiana inmersos en el misterio de Dios. Jesús nos reveló que Dios es el centro de nuestra vida. Su Espíritu trabaja y plasma con su presencia a las personas, gestos y situaciones. Una persona es espiritual cuando decide hacer de esta experiencia misteriosa y comprometedora el sentido de la propia vida, el motivo de referencia de todas sus opciones y el fundamento de la esperanza.
Así, Don Bosco a lo largo de su vida desarrolla las indicaciones de María en el sueño y hace una propuesta a los jóvenes –y se nos repite a nosotros hoy– para vivir en medio del mundo conforme al proyecto de fraternidad que Jesús nos propone en las Bienaventuranzas que son lo que nos hacen ser sal y luz en medio del mundo. Un ejemplo de que los sueños pueden hacerse realidad. Acojamos el sueño de Dios para nuestra en esta fiesta de Don Bosco y respondamos con todo nuestro ser a esta llamada a entregarnos a los demás soñando bien despiertos.