Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Mandamientos para una buena política


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Sin caer en un pesimismo extremo, la política en muchos lugares parece haber perdido la brújula en el horizonte, los extremos populistas por un lado, los autoritarios déspotas aferrados al poder por el otro, sumado a los antisistemas, o los que no creen en la democracia, se llega al resultado de muchas de las tragedias contemporáneas tan mencionadas en las noticias.



Por eso, para no quedar atrapado en un diagnóstico negativo, la propuesta de un programa ético tan antiguo como la humanidad misma, los mandamientos, que no solo responden a la tradición oriental, ya que con el cristianismo son un puente también con occidente, y que pueden ser reinterpretados para la acción política, en el ideal y expresión más alta de la caridad.

10 Mandamientos

1. Amar a la patria y al pueblo, por sobre todas las cosas.

Un binomio, patria y pueblo, pero no en una superioridad sectaria, sino en la perspectiva de la regla de oro, amarlos como a uno mismo. Es decir, sin intereses egoístas, sin intenciones de manipulación paternalistas, creyendo que el pueblo es minusválido, sin cálculos electorales, sin la lógica minúscula del partido.

2. No mencionar a la patria y al pueblo en vano.

Evitar hacer de la patria y del pueblo un discurso vacío, un argumento para los propios intereses, la excusa para beneficiar (se) y perjudicar a otros; más aún, no apropiarse como representantes absolutos de su voluntad, sobre todo desde el poder, ya que el voto no es un cheque en blanco. En democracia a la mayoría no le es permitido todo. La política es un servicio de bien común y no solo a una élite de preferencias y afinidades ideológicas.

3. Respetar la democracia

La mayor fiesta civil y ciudadana, las elecciones, y al decir respetar es para no mancillar la idea originaria del decálogo en santificar. La democracia comprendida no solo en el juego de mayoría, sino de elección, de opciones, de alternativas, de alternabilidad, de minorías, de equilibrio de poder, de respeto a garantías para todos, incluso los que se oponen, los que acompañan, los que suman, o los que restan. Respetarlos y respetar las reglas y los resultados del voto y la democracia.

4. Honrar la historia

En todo pueblo la identidad cultural se nutre del pasado, pero el llamado sería a honrar esa historia, cultivar las lecciones aprendidas, y no alimentar las rencillas y venganzas de antaño. Reconocer los esfuerzos de unos y otros. Comprender la trascendencia de la existencia no solo en lo inmediato. El país no es fruto del presente, ni una condena del pasado. Es un equilibrio de lo que otros sembraron, del esfuerzo y sudor de miles, que alcanzaron cosas fundamentales que no se pueden traicionar. Así como con los derechos humanos, el tema es la progresividad histórica en las conquistas, y no en la involución civil con dictaduras y autocracias.

5. No matarás

Sin símil, sin medias tintas, sin mayores explicaciones. No matarás, no promover la muerte, ni menos en el absurdo de invocarla como alternativa al proyecto político. Respetar la vida, pero la vida de todos, transeúntes, residentes, ciudadanos. Rechazar la violencia, también desde el discurso, trabajar por la paz, por la justicia, por la reconciliación, y no alimentar la división y la polarización. No es correcto insultar desde el poder, con la mayor amplificación.

6. No cometer actos impuros

Pues no solo se violan personas cosa lamentable y repudiable, también se puede violar la ley, el sistema, haciendo todo a la medida, al beneficio del partido, al cálculo del proyecto personalista mesiánico, en una lógica perversa de todo o nada, de estar conmigo o el estar contra mí. En el fondo, una autocracia, en el que no hay constitución, ley o norma, y si la hay que sea en beneficio de unos pocos, en nombre de la pseudo mayoría.

7. No robarás

Es decir, trabajar para erradicar la corrupción y los jugosos contratos de beneficios para el partido, la familia y los amigos. No hacer de la política la carrera para hacerse rico. No robar ni permitir que otros roben, pues la honestidad no se decreta, no se vocifera. La honradez se cultiva, se construye, se inculca con el testimonio silencioso. Quizás es el mandamiento más difícil de cumplir, pero el más urgente.

8. No darás falsos testimonios

Ni en la red, ni en las noticias, ni contra los adversarios políticos. Comprender que la desinformación es un problema serio, que el cuestionamiento a realidades objetivas favorecen la acción pública. La transparencia es necesaria y no todo se reduce a la mejor campaña, al mejor jingle, al discurso más elocuente de promesas irrealizables, sino desde por y para la verdad. ¡Ay de aquellos que son el origen de la desinformación y la manipulación, pues son parte del problema!

9. No consentirás pensamientos impuros

Y vaya que este mandamiento es necesario, al menos en Latinoamérica con dos ex presidentes acusados por agresiones a mujeres, y uno contra menores. No hacer del cargo un atractivo para los placeres de la “buena vida”, para olvidarse que la factura la pagan otros, por no decir todos. Respetar a las mujeres, a los vulnerables, a los sencillos, a los indefensos, y no verlos como simples piezas del ajedrez del poder.

10. No codiciar los bienes ajenos

Desde dos perspectivas; no idealizar modelos externos, que no han sido construidos desde la base del sentir del pueblo al que se sirve, pero tampoco hacer una camarilla ideológica de países aliados para silencios y complicidades. Trabajar con el esfuerzo de todos pues la riqueza se construye con acciones limpias, y no solo para distribuirla a capricho por unos votos. No codiciar es trabajar. Promover el trabajo honesto y respetar el fruto de ese trabajo honesto, y dejar el país, el cargo, la función, el estado o la región, mejor de lo que se recibió.


Por Rixio Gerardo Portillo R. Profesor e investigador en la Universidad de Monterrey.