Muchas personas no han tenido la oportunidad de recibir formación ni cultivar la fe y se ven lidiando con las adversidades de la vida sin más sostén que sus propias fuerzas. Son gente buena, trabajadora, aportadora a la sociedad, pero que están exhaustas y muchas veces hasta enfermas y desesperanzadas.
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Para abrir la puerta de sus corazones al derrame maravilloso del Amor con su compañía y guía, para que sientan y gusten el abrazo maternal del Señor que les provee, cuida, ama y acompaña en cada paso, no hay mejor mediadora que una madre, y no hay mejor mamá en el universo que la Virgen María.
Los prejuicios de Dios
Pasar del ateísmo a la fe es pasar de la soledad y la angustia existencial a la certeza de ser acompañado y tener un propósito que sostiene en medio de la incertidumbre vital. Es el mejor regalo que podemos entregar. Sin embargo, existen tantos conceptos erróneos de Dios, tantas distorsiones humanas, tantas heridas cometidas en su nombre, que muchos no pueden o no quieren recibirlo. Ofrecer la fe en el Señor es como una posta con vallas que muy pocos están dispuestos a correr, ya que hubo demasiados “buenos maestros” para no creer.
Ha habido y siguen existiendo algunos dueños de verdades, de la moral y del poder que, con o sin quererlo, alejan a los hambrientos de sentido y contención de la única y preciosa fuente de plenitud, libertad y paz interior.
María, puente
Para bajar las defensas y resistencias de muchas personas en torno a la vivencia de la fe, para que puedan desaprender nociones de Dios que los espantan, para dejarse encantar por el mensaje salvífico y liberador de Jesús, lo mejor que podemos hacer es “entrar” con la Virgen María a conversar. El testimonio real de entrega, servicio e incondicionalidad de muchas madres en la historia de la humanidad ayuda a que muchos sintonicen con el modo de amar de María (y de Dios).
Así también, la fragilidad, carencia y/o mal ejemplo de tantas otras mamás hace que muchos anhelen desesperadamente el consuelo, seguridad y hogar que ella nos ofrece. No se trata de un debate de ideas, teología o religión, sino de tocar el corazón de los que lo necesitan con la ternura y sabiduría mariana.
Bajarla de los altares
Para que las personas puedan acceder a un vínculo real y significativo con la madre de Dios, es necesario romper las imágenes petrificadas que puedan poseer y mostrarles quién es realmente la Virgen. Ella es una mujer valiente, resiliente, inteligente, observadora, amorosa, astuta, actual y servicial, que conoció el sufrimiento en su máxima expresión y, por lo mismo, tiene un corazón desbordado de empatía y bondad para aliviar el de otros.
No es que deje de ser inmaculada ni bendita entre todas las mujeres, sino que, con todo eso, es humana y está encarnada en nuestra realidad. Ella es conocedora experimentada de todas las angustias y dolores, pero, a la vez, es la que abrió el camino a la consolación y al propósito de ellos. Ella es el camino para vivenciar a Dios Amor, para poder sentir y gustar esa presencia que todos necesitamos para seguir adelante con esperanza, paz y alegría interior.
Si queremos multiplicar el bienestar de las personas, consolarlas, aliviar sus sufrimientos y sembrar la semilla de la fe en sus agobiadas existencias, peregrinemos con la Virgen María. Ella abrió las puertas para la salvación de cada uno de nosotros al concebir al Señor y lo sigue haciendo cada día y en cada vida hoy.