Un mes lleno de efemérides, la mayoría amargas, pero de las que conviene aprender. Para comenzar por la más inmediata, en marzo de 2020 la pandemia por Covid-19 alcanzó proporciones de catástrofe en la sociedad española. Si bien existía un goteo de casos en los meses previos (no reconocido o cuyo diagnóstico se evitaba por motivos que no entraré a valorar aquí), en los primeros días de marzo las urgencias de numerosos hospitales de nuestro país se vieron abrumadas por enfermos con cuadros respiratorios agudos, en muchos casos gravísimos. Por primera vez en nuestra historia reciente, las unidades de cuidados críticos se vieron desbordadas y hubo que aceptar una práctica clínica cercana a la medicina de catástrofes.
Esto es difícil de comprender en el primer mundo y para generaciones de médicos que no han conocido otro modelo sanitario, así como para una sociedad acostumbrada a medios casi ilimitados. No había respiradores para todos los pacientes que los necesitaban, de modo que hubo que admitir que muchos morirían, y había que decidir a quién se adjudicaba un respirador y a quién no. Resultaba muy doloroso. Eso fue al principio de la pandemia, cuando ejercimos en un práctico estado de sitio, consecuencia de la falta de medidas de contención previas.
Aprender de los errores
Recuerdo también que se utilizaron en la lucha contra el virus medicamentos que más adelante, cuando se dispuso de resultados de ensayos clínicos mejor diseñados, se revelaron ineficaces, cuando no dañinos. No abundaré en la narración de los primeros meses de la pandemia, aunque en otras entradas quizás relate numerosas historias médicas de aquellos duros tiempos, por desgracia tan cercanos. No podemos cambiar el pasado, pero deberíamos aprender de sus errores.
Desde el principio de la pandemia en China, se había descrito que la Covid-19 era una enfermedad de aglomeraciones. Por tanto, nunca debieron celebrarse las manifestaciones del 8M de 2020, lo cual nos conduce al siguiente aniversario, que así se convierte en trágico: en esa fecha se facilitó una explosión de contagios que condujeron a unos efectos funestos para nuestra sociedad. Dadas las consecuencias en decenas de miles de muertos y sufrimientos que para muchos aún continúan en forma de secuelas y pérdida de seres queridos, considero de justicia mencionar este hecho y no olvidar lo que ocurrió, aunque solo sea por respeto a las víctimas.
Con Romero
Finalmente, marzo es el mes aniversario de la muerte martirial de monseñor Romero, arzobispo de El Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1980, hace ya 43 años. A él, cuya tumba visité como joven médico y estudiante jesuita en el verano de 1986, les encomiendo y me encomiendo en el día de hoy. Ojalá nos guíe y nos bendiga en un caminar que a veces resulta dificultoso. Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.