Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Más amor, porfa


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Podemos creernos muy distintos unos y otros, pero todos los seres humanos ansiamos lo mismo: ser queridos y querer. Podemos ir de duros y no reconocerlo, pero en realidad todos andamos mendigando lo mismo que la pintada que encontré el otro día en una pared que decía: “Más amor, porfa”. Tenemos modos diversos e incluso contradictorios de reclamarlo, pero todo añoramos y anhelamos un poco más de amor.



Poetas, artistas, cantantes, cineastas… todos hablan de amor, pero aunque se emplee la misma palabra, no todos entendemos lo mismo. Como sucede con otros términos importantes, como la libertad o la felicidad, el amor es una de las palabras más maltratadas a lo largo de la historia. Tontxu, un cantautor vasco, prometía en una de sus canciones: “Te amaré mejor, porque mucho y demasiado es un error”. Más que cantidad de mala calidad, todos anhelamos gratuidad, incondicionalidad y ternura.

amor

Nuestra vida adquiere peso existencial en la medida en que se llena de rostros e historias, personas concretas que nos importan y a las que les importamos. Por eso, el nuevo mandamiento de Jesús de amar como Él nos ha amado (Jn 13,34) entronca profundamente con nuestro deseo más profundo y, a la vez, con nuestra mayor dificultad. Sí, todos queremos ‘más amor, porfa’, pero no de cualquier tipo, de cualquier modo ni a cualquier precio, sino al estilo de Aquel que ‘pasó haciendo el bien’ (Hch 10,38) y ‘amó hasta el extremo’ (Jn 13,1).