Más cerca de Harry Potter que de Jesús


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La serie ”ll miracolo’ (El milagro) ejerce una fascinación inquietante, atrae y al mismo tiempo sienta mal, siendo en esto parecida a otra serie “religiosa” de gran éxito, ‘El joven Papa’. Si se intenta comprender qué tienen en común, encontramos que en ambas la religión se presenta más cercana al género de la fantasía que al cristianismo. Por este motivo se pueden definir como post-cristianas: del cristianismo solo queda la fachada –las oraciones, las estatuas de plástico, las procesiones en los pueblos, el clero representado de forma casi caricaturesca– pero nada de sustancia, es decir, de la doctrina evangélica.

Pero este gigantesco fracaso de la evangelización se encuentra con la irreprimible necesidad del ser humano de encontrar un sentido al dolor y a la muerte, de reconocer cuanto de sí mismo siente existir pero no alcanza a comprender, es decir el misterio. La respuesta que estas series ofrecen a la exigencia religiosa es que existe un poder misterioso, del que no sabemos casi nada salvo que podemos contactar con él a través de la oración.

Una oración además que tiene poco de cristiano: en la serie ‘Il miracolo’ se trata de una oración obsesiva, practicada por una secta oriental que mezcla crucifijos con ejercicios de yoga de forma exasperada, muy cercana al fanatismo. El poder misterioso, eventualmente activado a través de la oración, es impersonal, pariente cercano de las energías que actúan, más o menos descontroladas, en las novelas de fantasía. Para entendernos, más cerca de Harry Potter que de Jesús.

Más misterio que espiritualidad

Los símbolos religiosos –como la estatuilla de la Virgen que llora sangre– son solo una posible vía de expresión de esta fuerza, de la que intentan apropiarse todos los que entran en contacto con ella, eventualmente también mediante explicaciones científicas. La joven bióloga que analiza la sangre que sale de la estatuilla busca, con ayuda de las técnicas más avanzadas y al mismo tiempo más clandestinas, crear un clon de esta energía misteriosa. No sabemos si lo conseguirá.

Pero en las relaciones establecidas por la estatuilla no tiene lugar el tradicional poder de intercesión y protección atribuido a María por el cristianismo. Se diría que quien ha escrito el guión la considera parecida a un fragmento misterioso proveniente del espacio, del que hay que descubrir todo, desde el poder hasta la finalidad. Parece que hasta los carabinieri de guardia, después de un tiempo, también se ven inducidos a rezar ante ella: ¿Pero rezan a la Virgen? Es cuestionable, rezan al misterio, que a la vez intentan desvelar a través de la ciencia. 

Pero sobre la racionalidad de la ciencia, de la política –representada por el primer ministro– y de todo el que crea vivir con una normalidad tranquilizadora, acecha dramáticamente el miedo de una catástrofe, es decir la muerte y sus consecuencias.

Crimen que vende

En la demasiado compleja trama de la serie hay de todo, especialmente un poco de esa Italia popular y credulona, supersticiosa y eternamente envuelta en la violencia de la delincuencia organizada que tanto gusta en el extranjero, donde los únicos productos de nuestro cine que encuentran mercado son esos -desde ‘La Piovra’ hasta ‘Gomorra’- y por ello se ponen en el centro de la narración. En ‘Il miracolo’ esta presencia sea quizá un guiño a dicho mercado, o el deseo de representar el mal sin remisión, pero que busca una vía de salida envuelta en el misterio, y por tanto impracticable.

Las referencias a películas de terror –el brazo de la madre moribunda que se alarga repentinamente para capturar una mosca– la madre rica y neurótica que no llega a querer a sus hijos preparando la tragedia final, el primer ministro que sacrifica a su familia por ambición, la mujer de mediana edad sola y desgastada que vive por el recuerdo de un único amor juvenil, horribles retratos de madres egoístas y devoradoras, todo parece un ‘deja-vu’.

También la relación padres-hijos, que indudablemente es una de las líneas narrativas con mayor importancia, es retratado sin demasiada delicadeza, cada relación humana raya en el extremo y la muerte acecha sobre cada sentimiento. Dentro de este tema se incluye dos veces una referencia al episodio bíblico de Abraham e Isaac, representado simbólicamente primero por Salvo y su hijo Nicolino, que engañará a la muerte gracias al repentino descubrimiento de la estatua que llora, luego del primer ministro y su hijo, que muere en cierto modo por culpa de dos mujeres –la hermana y la madre– provocando el fin de las lágrimas de sangre de la Virgen.

¿Sacrificios humanos?

Tanto que al final se pregunta: ¿La Virgen exigía este sacrificio humano? Porque cuando empezó a llorar impidió uno, salvando al hijo, pero pero al final es recompensada, dejando de llorar sangre, como si después de la muerte del hijo del primer ministro no hubiera más motivos, como si los seres humanos no dieran a la Virgen más razones para el desconsuelo. No es fácil entender las razones subyacentes en estos dos eventos opuestos pero similares, y su relación con el llanto de la estatua.

Tras la historia de la imagen, se esconde el encuentro con un hijo, Salvo, abandonado al nacer. Salvo era el autor del primer encuentro, y al final las largas aventuras desarrolladas en torno a la estatua sangrante lo llevan al encuentro con la madre que lo había abandonado. Se diría que es un milagro de la estatua, si no hubiera estado rodeado de sucesos violentos, personajes inquietantes, jóvenes asesinadas y encontradas semidesnudas –¿También un sacrificio humano?– que llevan siempre al espectador el drama de la violencia y de la muerte.

Es cierto que esta sangre constituye un evento prodigioso, que la ciencia no consigue descifrar de forma convincente: las respuestas que dan los análisis están definitivamente al mismo nivel que las preguntas que se hacen, el evento milagroso permanece envuelto en el misterio. Los personajes –interpretados por óptimos actores– en realidad siempre excesivos, un poco falsos, demasiado previsibles. El más logrado –también por la óptima interpretación– es el general de los carabinieri al que se confía el deber de custodiar la estatua e investigar los hechos. Pero tampoco él llegará a ninguna parte: el misterio del prodigio de la sangre es una referencia continua a los grandes misterios de la vida, el sufrimiento y la muerte, sin dibujar una vía de escape y menos aún una posibilidad de interpretación.