Medias verdades


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

A estas alturas es poco creíble que la razón aducida para aprobar la reforma de la ley que impide la “pena de telediario” sea la de preservar la imagen e intimidad de presuntos delincuentes durante su detención y no verlos expuestos al juicio de las cámaras.

Más inverosímil aún si se tiene en cuenta que quienes han sacado adelante esta norma que impide grabar esas imágenes han sido PP, PSOE y CiU. La mano sobre la nuca de Rato cuando era introducido en un coche policial dibujaba oscuros presagios cuando aún no se habían repuesto del desfile por las prisiones y los juzgados de varios de sus prohombres.

Tampoco a la Iglesia le gusta que le aireen sus trapos sucios. Durante demasiados años se entendió la denuncia de sus pecados como una falta de comunión, la peor de las traiciones de un hijo capaz de maltratar a una madre. La osadía solía pagarse con el descrédito y el ostracismo. Y hasta hace bien poco ni siquiera se podía preguntar sobre algunos temas, obligando de esta manera a ampliar el círculo de los cómplices, de los no sabe/no contesta, hasta que la porquería rebosó las alcantarillas y pudimos ver el rostro magullado de la madre a la que se decía que había que proteger por encima de todo.

Pero aunque, como dijo Francisco, “la verdad no debe esconderse”, algunos prefieren seguir ignorándola, parapetándose en un paraíso artificial donde no caben el dolor ajeno ni la autocrítica.

No gustan a algunos las informaciones sobre el asunto de Granada como tampoco el escándalo de los abusos sexuales a monjas africanas denunciados por esta revista, cuando, sin embargo, ayudan a purificar a una institución que, como le ha sucedido a la clase política en los últimos años, se ha emborrachado de poder y desprecio al sentido común.

Todo lo cual no quita para que la denuncia en ocasiones se haga a la ligera y las sentencias se dicten en los pasillos. También sobre eso conviene reflexionar y actuar, para no dejar de enterarnos de que aquel cura de Borja al que vimos entrando en un juzgado y salir en libertad provisional acusado de blanqueo de capitales y delitos continuados de abusos sexuales a menores ha visto cómo la juez, finalmente, sobreseía el caso. Porque, de no hacerlo, simplemente estaríamos contando media verdad.

En el nº 2.945 de Vida Nueva