Medicina en la España de los tractores


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Mi intención era seguir escribiendo a propósito de la serie de la doctora Rosenbaum sobre “Medicina y sociedad” en el New England Journal, pero, como casi siempre, la realidad se impone y, a lo largo de lastres horas largas que pasé detenido por la tactorada en la autovía A-68, decidí cambiar de tema.



Como otros millones de españoles, la protesta de la gente del campo me pilló volviendo del trabajo, y allí estuvimos miles de coches y camiones, esperando. Cuando al fin nos dieron paso, contemplé a hombres hechos y derechos, muchos de mi edad, haciendo guardia junto a sus tractores. Pocos jóvenes, menos mujeres. Personas curtidas, a quienes impresionaba ver rodeados de guardias civiles. No tengo nada que reprocharles: pelean por lo que es justo, por poder vivir de su trabajo, que casi siempre es duro, con frío en la madrugada y calor al mediodía, expuestos al sol y el viento, acostumbrados a malas noticias y peores realidades, ninguneados ahora por los que se llaman a sí mismos “sindicatos de clase”, denigrados por este Gobierno.

Médico general

Con lentitud y respeto

Quizás, por todo eso, avanzamos con lentitud y respeto entre los tractores hasta poder dejar el atasco atrás. Y no pude evitar pensar en la medicina que reciben muchos de esos trabajadores del campo, que en su mayoría son atendidos en hospitales comarcales. Si se analiza la plantilla de estos hospitales, en especial en comunidades autónomas del interior, se verá que el número de profesionales extracomunitarios es muy superior al de los hospitales de las ciudades.

Contratar a estos médicos, cuya formación y entrenamiento es por lo general diferente y casi siempre inferior al de los comunitarios, y que además han de superar una brecha cultural, es la única manera de completar plantillas, en especial en urgencias y primaria, las especialidades menos favorecidas.

Falta de equidad

Por eso, toda afirmación y declaración sobre equidad en la asistencia sanitaria cae por su peso y no soporta el más mínimo análisis objetivo. Afirmar que un ciudadano de zona rural en Extremadura o Castilla-La Mancha recibe la misma asistencia que uno catalán, o vasco, o valenciano, es simplemente mentira. El acceso a la sanidad será igual, pero no la calidad de los cuidados que recibe, a pesar de la buena voluntad que pueda poner el personal sanitario.

Habría formas de mejorar esta situación penosa e injusta, pero no con este Gobierno, ni con esta organización sanitaria, fragmentada de forma esquizofrénica en 17 realidades diferentes en lo normativo. Por eso, cuando estén en un atasco, piensen que quienes protestan no solo lo hacen por los bajos precios, el exceso de burocracia y la competencia desleal; también lo hacen por las realidades que les toca vivir en esta España nuestra, que nunca pensamos fuese a acabar así, maltratando a quienes la sostienen con su esfuerzo y su sudor.

Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.