Medio siglo perdido


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Quieren los obispos una mayor visibilidad de los laicos en la vida pública, pero también dentro de la Iglesia, tomando más responsabilidades en las parroquias, en una apuesta por una dinamización pastoral ante el número menguante y la avanzada edad de los párrocos. Y han vuelto su mirada a la Acción Católica General, que vive un lento proceso de relanzamiento. Atrás parece quedar la dura travesía del desierto en donde se les dio por acabados mientras se abría la navaja multiusos de los nuevos movimientos.

Hablar de relanzamiento se antoja un poco ingenuo en medio de una realidad desoladora para el apostolado. Pero está bien que se intente. Y es un bonito gesto que, cincuenta años después de la debacle de esta asociación seglar, se haya organizado para 2017 un gran encuentro en Santiago de Compostela, siguiendo la estela de la peregrinación de 1948.

Quizás sería más adecuado hablar de “repensar”, porque los tiempos han cambiado y es difícil que vuelvan aquellas cifras de militantes y asociados, aquellos miles de centros por toda España. Lo bueno es que se haya aprendido la lección y que no se vuelva a desmantelar una realidad pujante en donde los laicos, sin romper la comunión, hicieron palpable su compromiso temporal.

Hoy, ante la insignificancia del hecho religioso, los prelados añoran aquello a lo que dieron la puntilla. Sucedió que las críticas a un régimen al que la jerarquía seguía sosteniendo precipitaron el cese de consiliarios, la dimisión de presidentes y el éxodo de afiliados hacia otras formaciones que alumbraron la Transición.

Tenemos hoy en la HOAC un ejemplo de perseverancia, a pesar del fuego amigo y de recelos que todavía persisten. Desde sus 70 años que acaba de conmemorar, mira al futuro “con pasión” y ha encontrado en Francisco el eco de tantas de sus denuncias incomprendidas. El presente les ofrece más futuro.

Publicado en el número 3.011 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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