‘Messe qui prend son temps’ o “La misa que se toma su tiempo” –conocida por sus siglas MT– es una propuesta de los jesuitas franceses en la que, respetando la liturgia católica, prolongan la experiencia a 90 minutos para dar lugar a la meditación, reflexión e interacción. Pensada como un modelo para jóvenes menores de 35 años, la MT ha ido tomando forma en la Iglesia de Saint-Ignace de París, donde 20 minutos de oración personal, una música litúrgica muy cuidada, diálogo, danza, aprendizajes y un espacio de encuentro informal tras la eucaristía han ido acrecentando muy significativamente la comunidad y generando una vivencia que está dejando huella profunda.
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Las propuestas pastorales más atractivas en los últimos años están señalando una y otra vez que, en medio de la crisis de hiperactividad y salud mental, la aceleración y las adicciones al scroll, la intromisión de las marcas comerciales en la intimidad, la competencia neurótica o una sociabilidad puntual y efímera, hay sed de contemplación, parsimonia, lentitud, profundidad, silencio compartido, aprecio, atención, permanencia, cuidado… Todo el resto induce al abandono, que es el gran mal que está sufriendo nuestra sociedad: abandono personal, abandonar tu cuerpo, abandonar la cultura, abandonar a los demás, abandonar la vida… Se está convirtiendo en un clamor de toda la sociedad, aunque todavía no sea popular.
Espíritu dominical
Más que nunca, se necesita el espíritu dominical, volver a hallar los respiros a lo largo del día, espacios o gestos simbólicos que cada día nos permitan ahondar, ampliar e intensificar lo que estamos viviendo. La tradición católica tiene muchos y es tiempo de recuperar e innovar. La Misa con Tiempo de los ignacianos franceses es un ejemplo y, quizá, deberíamos ser capaces de crear más signos en un mundo cada vez más abandonado de signos.