‘Misión Metrópolis’: ¿más de lo mismo?


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Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“¿Y si se probara con menos disertaciones teológicas y a hablar más de Jesús y de las obras a través de las cuales puedan reconocernos como sus seguidores?…”.

Se esperaba con cierta expectación (en este mundillo nuestro, se entiende; en el resto de la galaxia solo había sitio para Urdangarín y los Oscar) la presentación de la llamada “Misión Metrópolis”, primera iniciativa de peso del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, nuevo dicasterio creado a iniciativa de Benedicto XVI y que el arzobispo Rino Fisichella trata de llenar de contenido a la espera de que el próximo Sínodo de octubre le ofrezca pautas concretas, más allá de las intuiciones actuales.

A desarrollar durante esta Cuaresma en doce emblemáticas ciudades europeas, entre ellas Barcelona, esta experiencia evangelizadora se ha presentado como novedosa, aunque en realidad parece que no lo es tanto.

Llenar las tardes de estos próximos domingos en la catedral correspondiente con catequesis del obispo del lugar para los catecúmenos, los jóvenes o las familias no parece el colmo de la originalidad.

Si esta nueva propuesta misionera en la secularizada Europa está pensada para salir al encuentro de quien se ha alejado de la Iglesia, por las razones que sean, esta fórmula es probable que no les diga nada nuevo. Incluso es posible que alguno se haya “alejado” tras la insoportable levedad de alguna que otra charla cuaresmal, antigua denominación de origen de lo que ahora se presenta. Plena moda vintage.

La intención de Fisichella y sus asesores ante el reto de la pastoral con los alejados es encomiable, desde luego. Pero quizás no acaban de acertar desde el dicasterio en la manera de proponer el mensaje del Evangelio al hombre y a la mujer de hoy, seres más desubicados por la realidad circundante que por su relación personal con Dios, que la mayoría mantiene como puede y para la que, por algún motivo, cree que no necesita intermediarios. Quizás habría que preguntarse las razones de por qué esto es así.

¿Y si se probara con menos disertaciones teológicas y a hablar más de Jesús y de las obras a través de las cuales puedan reconocernos como sus seguidores? Nada suscita más admiración que el testimonio del amor; ni más rechazo que la falta de ejemplaridad. Y no, no hablo de Urdangarín y su galaxia; hablo de nuestro mundillo.

En el nº 2.791 de Vida Nueva.

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