En un valioso ejercicio de responsabilidad civil, pero también en salvaguarda de nuestra salud y de la comunidad, muchas familias en México, y por supuesto, en el mundo, se han resguardado en sus hogares en cuarentena voluntaria.
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Este hecho, ha cambiado el dinamismo típico de la familia y nos invita a desarrollar con imaginación, las nuevas reglas de convivencia en este modo que coloquialmente denominamos 7 × 24.
Lo primero que seguramente deberemos definir, son los horarios que puedan regir cómodamente las diferentes actividades de familia. Será para muchos una novedad el estar todos juntos durante los alimentos. Se convierte la mesa en un centro de diálogo, de compartir anécdotas, de hacer oración en familia y de animarnos mutuamente. Para que esto funcione, será necesario que la familia completa respete los horarios de alimentos y podamos prescindir de los dispositivos electrónicos o distractores durante estos momentos. También debemos comprender que cada integrante de la familia requiere con periodicidad, de espacios privados. Por ello no debemos caer en el extremo de permanecer todos en la misma habitación, o siempre estar haciendo juntos lo mismo; más bien, tenemos que procurar espacios especiales, ya sean físicos o de tiempo, para que cada uno de nosotros podamos sentirnos cómodos pero seguros.
Preparaciones especiales requieren los integrantes de la familia que, aprovechando la tecnología, tienen la oportunidad de trabajar o estudiar desde casa. En estas situaciones, los horarios toman aún mayor importancia, para no caer en un desorden fisiológico como el reducir los tiempos de descanso y sueño, comer mucho o perder el ritmo sano en el consumo de alimentos. Como existe un riesgo de entrar en conflicto con el resto de la familia por la competencia de espacios y recursos, convendrá establecer horarios específicos para estudiar, para responder a las tareas, para realizar llamadas o para establecer videoconferencias, y en fin, para todas las actividades requeridas. Si trabajas o estudias desde casa, conviene crear el ambiente apropiado para ello. Desarrollaré esta idea tomando en cuenta nuestros sentidos.
Procura que, a la vista, todo se muestre limpio y ordenado, con iluminación apropiada y teniendo cerca las herramientas y accesorios que necesitas. Trata de contar con un ambiente agradable al olfato, evitando en la medida de lo posible, los olores a comida. Busca que no haya un ambiente ruidoso o utiliza música de fondo apropiada para no distraerte. Pero algo que debemos evitar, es el trabajar desde la cama o en muebles que nos induzcan más bien el descanso y no a la efectividad. Cuida mucho tu postura durante tus actividades (espalda recta, mirada al frente, etcétera), y programa estiramientos o momentos de relajación breve, al menos cada dos horas. Por supuesto, necesitarás de conversar con toda la familia respecto a estos puntos, para que entre todos te apoyen y colaboren contigo.
Toda crisis viene aparejada con un cambio de paradigmas, de valores y de actitudes. Sin hacer menos el impacto y el dolor de ver tan cerca la enfermedad y la muerte, seguramente, saldremos de esta situación fortalecidos y con criterios más centrados en lo que realmente tiene valor. Ante este tipo de circunstancias, la familia hace valer su carácter de Iglesia doméstica, y como lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo, el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida” (CIC 1657). Seamos Iglesia doméstica los siete días de la semana, las veinticuatro horas de cada día. Seamos una familia cristiana en modo 7 x 24.
Que María Santísima interceda ante Dios nuestro Señor, por la salud en cuerpo y alma de su pueblo y mantenga su amorosa mirada en cada una de sus familias.