Monjas contra La Manada


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Mal haríamos en catalogar el ‘basta ya’ de las mujeres como una moda pasajera teledirigida por intereses oportunistas. Que los hay. Pero la ola de indignación femenina que ya recorrió el país el 8-M, y que vuelve con redoblado mosqueo tras la sentencia a La Manada, es algo que viene gestándose desde los principios de los tiempos, desde que fueron sometidas por la fuerza, como sucedió en la historia del cristianismo con las desterradas hijas de Eva, como bien han documentado los estudiosos, entre ellos, varones.

Me quedaba una duda poco razonable de que quienes más se indignan con la ideología de género hubieran reparado en qué clase de género masculino tenemos, y, como me temía, no he encontrado rastro de esa sensibilidad en sus webs.

La defensa de la vida, como indica el Papa, alcanza más allá del aborto. Quiero creer que también cuando se pisotea la dignidad de una mujer. Y en España sucede a menudo, como nos recuerda cada año esa vergonzosa cifra de medio centenar de mujeres asesinadas por sus parejas.

La lucha por la igualdad de derechos es imparable. Y Iglesia debería estar en primera línea. Pero algo está cambiando. Hasta en el Vaticano se han dado cuenta de la mano de obra barata al servicio del varón en que se han convertido algunas congregaciones femeninas.

Por eso no sorprende que lo más lúcido que he leído sobre el caso de La Manada haya surgido desde un convento de clausura, donde, en muy pocas líneas, han fundamentado su opción de vida en la misma libertad de las jóvenes y mujeres para vivir la suya sin ser sometidas de ningún modo. Estas monjas aseguran que esta violencia machista afecta a toda la sociedad y que se sienten implicadas “en todo lo que atañe a la injusticia”. Una lección que rompe muros.

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