Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Monseñor Romero, luces para el camino hacia la Pascua


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Cuarenta y tres años han pasado desde el Martirio de Monseñor Romero un 24 de marzo y la situación de tensión y desesperanza lamentablemente sigue latente en su país. Por muchos años, Monseñor fue la “voz de los sin voz”,  denunció sin temor la violencia, las violaciones a los derechos humanos y las arbitrariedades que sumergieron a El Salvador en una cruenta guerra de más de 12 años.



Las homilías de San Óscar Romero se transmitían cada domingo en la radio abierta, sus palabras eran consuelo, eran un bálsamo ante una espiral de violencia; con su valentía puso a la vista pública las injusticias de una guerra sin fin alimentada por un contexto internacional de polarización. Fue un pastor y un líder que se transformó por la realidad del pueblo, adquirió gran conciencia de su rol, en “disposición de dar mi vida por Dios, sea cual sea el fin de mi vida”, dijo San Óscar Romero.

Su camino, ha sido uno de liberación y preparación, decía en una de sus homilías cuaresmales que “sentimos en el Cristo de la Semana Santa, con su cruz a cuestas que es el pueblo que va cargando también su cruz. Sentimos en el Cristo de los brazos abiertos y crucificados, al pueblo crucificado; pero que desde Cristo, un pueblo crucificado y humillado, encuentra su esperanza”. (Homilía 19 de marzo  de 1978, IV p. 80)

San Óscar Romero

Monseñor ahora canonizado, fue un  pastor con voz potente, fuerte y clara que se comprometió con la justicia y con la búsqueda de una solución al conflicto. Su legado se ha hecho cada vez más conocido y asimilado por las nuevas generaciones en contextos adversos en donde la violencia es latente. Hoy su influencia trasciende a la Iglesia Católica y a las fronteras salvadoreñas. Su labor ha sido reconocida en diferentes foros ecuménicos, políticos y sociales. El arzobispo ocupa un lugar especial al ser considerado uno de los 10 mártires del siglo XX en la Abadía de Westminster, al lado de Martin Luther King.

Descrito por Casaldáliga

El histórico San Romero de América era descrito por Pedro Casaldáliga como:

“Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte: ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo)… pero el pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio…”

Fue siempre la esperanza la que dio fuerza a su trayectoria valiente y la que ayudó a la Iglesia a asimilar su Martirio: “si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Podemos ver en la imagen, vida y obra de Romero un camino claro hacia la Pascua, de cómo nuestras palabras, pensamientos y acciones pueden ser luz en un contexto de sombras, anunciar la Resurrección en lo más profundo de nuestras comunidades.