En el tradicional rezo del ángelus del pasado domingo, el Papa mostraba dolor en su corazón frente al drama que ocurre en el Mediterráneo y que el sábado ha sido especialmente duro. “Pienso en las 170 víctimas naufragadas en el Mediterráneo, buscaban un futuro para su vida… víctimas, tal vez, de traficantes de seres humanos. Roguemos por ellos, y por aquellos que tienen la responsabilidad de lo que ocurrió”.
Y, según datos de la Organización Internacional del Migrante (OIM), durante estos primeros días de 2019 se contabilizan 83 personas muertas, en comparación con las 199 de 2018. Mujeres embarazadas, niños de meses… personas abandonadas en el mar, con las que hacen negocios en sus países, y en los nuestros, política. Personas que no son europeas, pero que ven en nosotros la única oportunidad de vivir. Como expresa Warshan Shire, no creo que nadie ponga en el mar a su bebe, o a sí mismo, si el agua no es más segura que la tierra en la que nacieron y viven.
Y que le voy a hacer si yo…
Nos hemos acostumbrado a leer titulares de muertes de inmigrantes en el mar. Hemos desarrollado la capacidad de obviar este tipo de titulares, como cuando algo se vuelve rutinario y no prestamos atención. Cantaba Serrat: “Y que le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo”. Y yo me pregunto, si no es esto mismo lo que hacen los Estados que dan la espalda al drama, y que son ONG las que tienen que cubrir ese espacio, dentro de lo que les está permitido.
Que diferente sería todo si fueran personas europeas blancas las que estuviéramos muriendo en el mar, entonces las alarmas se encenderían. Que caprichoso es el mundo y la historia, siempre sufren los mismos. Para mí, la estrofa ahora cambia de sentido y, sin nacer aquí, estas tendrían que cantar: “Y que le voy a hacer si yo morí en el Mediterráneo”.
Mi otro dolor
Y mientras tanto, en lo que va de año, son varias las mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas…. Otro dolor en el corazón. Son precios que tendremos que pagar como sociedad hasta que, a través de la educación, no consigamos cambiar nuestra forma de relacionarnos. Me duele que cierto grupo dentro de la sociedad pida igualdad entre hombres y mujeres, cuando una de las partes lleva siendo desigual toda nuestra historia y en toda la humanidad. No, no es igualdad lo que buscamos.
Esto pretende ser una pequeña y sencilla reflexión sobre nuestra actualidad, y sobre las heridas que, como Francisco, tengo en mi corazón. Quería poner voz desde este espacio, ante la sangrante herida de nuestro mundo, con la que poco a poco nos acostumbramos a andar. Necesitamos volver a calzarnos las sandalias de Jesús, porque nos las hemos quitado hace mucho tiempo.