Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Muchos micromachismos cotidianos


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No creo descubrir ningún misterio al afirmar que hay muchosmicromachismoscotidianos que todos, varones y mujeres, tenemos tan integrados que no resultan fáciles de reconocer. En la teología, como en el de cualquier otro ámbito del saber, sucede lo mismo. Hace un tiempo conocí el caso de una amiga que, cuando fue a defender su trabajo de fin de Master en Teología, tuvo algunas dificultades por el modo en que lo había planteado. No se trataba de problemas metodológicos, pues era un trabajo hecho con mucho rigor. Las trabas tenían que ver con su manera global de enfrentarse a la reflexión, pues ella recorría sendas distintas a las que cabría esperar. Y pienso yo que esos “caminos esperables” tienen contornos muy masculinos.



A lo largo de los siglos hemos asumido por ósmosis un modo “masculino” de pensar nuestra fe, de expresar nuestra vivencia y de animar nuestra relación con Dios, con frecuencia sin siquiera cuestionárnoslo. No nos hemos dado cuenta de que varones y mujeres tenemos formas muy diversas de pensar y de expresarnos. Aunque toda generalización es injusta, lo más habitual es que nosotras tengamos más capacidad para relacionar cuestiones aparentemente diferentes y un sentido mucho más práctico que el de los varones, que suelen tener una tendencia mayor a la abstracción.

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No pretendo hacer un alarde feminista, ni considero que la reflexión teológica de una mujer sea mejor “porque sí”. Conviene, más bien, recordar que las formas masculinas y femeninas de abordar la fe no se contradicen entre sí, sino que se complementan. Sin casi darnos cuenta, estamos acostumbrados a entender la realidad desde una única longitud de onda, prescindiendo de la riqueza que supone mirar la realidad desde dos perspectivas con matices diversos. La invitación está en escuchar la melodía de la vida en “estéreo”.