Rafael Salomón
Comunicador católico

Músicos católicos: mensajeros por gracia de Dios


Compartir

Hoy compartiré algunas verdades acerca de los músicos católicos y es que algunas veces las personas se llegan a hacer falsas expectativas respecto al Ministerio. Para iniciar, debo decirles que los músicos católicos a veces tenemos la oportunidad de estar en algún escenario; sin embargo, cuando toca estar ahí, nuestra actividad no es representar, ni interpretar y mucho menos exponer una propuesta musical.



Somos tan sólo un instrumento, apenas mensajeros que por gracia de Dios tenemos una hermosa oportunidad, la de evangelizar. Comenzaré con la actividad de los músicos evangelizadores; es importante recordar que cuando nos toca estar en algún escenario, es para darle la Gloria al Rey de Reyes y compartir lo que el Espíritu de Dios ha hecho en nuestras vidas.

Se trata de un momento muy especial, donde debemos alejarnos de querer ser el centro de atención, muy lejanos también de buscar ser admirados por el talento que Dios nos ha dado, más bien; se trata de, la forma más humilde de expresar cuánto amor hay en nuestras vidas y la forma en que el mensaje transformado en música y voz, puede tocar los corazones.

“Ser sólo un instrumento para esa enorme ‘pesca'”

Regularmente las reuniones se llevan a cabo en algún salón parroquial o en el altar, lo verdaderamente importante no es el espacio y para hablar con la verdad, ese quedaría en segundo plano. Lo más importante es el mensaje, la sinceridad con la que se comparte y la forma en que el Espíritu de Dios fluye en cada uno de nosotros.

Es frecuente que, los músicos evangelizadores se extravíen en ese momento, debido a que es muy apetecible el reconocimiento, el aplauso y el crédito, justo es ahí donde debemos evaluar el lugar en el que nos encontramos, se trata de ser sólo un instrumento para esa enorme ‘pesca’, hombres que necesitan escuchar, sentir y ser invitados a una nueva vida, vida en Jesucristo.

micrófono y cruz

Foto: Cathopic

El músico no es el ‘plato fuerte’ es el instrumento que con sus dones comparte algo que no le pertenece y que uniendo sus talentos es capaz de llegar al corazón de los enfermos, de los tristes, de los rotos. Esa es la verdad de la que debemos hablar y que desafortunadamente, pocos expresan.

El Espíritu Santo infunde lo necesario

Ahora compartiré otro aspecto relacionado a los coros parroquiales: Como ya es bien sabido, la buena voluntad es lo que impera en los grupos y el tema de la preparación no es algo que les atraiga, de manera que, en su gran mayoría quienes son parte del coro, no cuentan con ninguna preparación o conocimiento musical. Todo es de buena voluntad, con mucho ánimo y por supuesto con ganas de servir, de tocar y de cantar.

Así que, los cantos que se presentan, verdaderamente es la muestra de que el Espíritu Santo infunde lo necesario para que la participación del coro en la santa Misa, sea de una ejecución en ocasiones extraordinaria. Lo digo porque con las limitaciones musicales de algunos hermanos, podemos escuchar melodías que nos arrancan suspiros y nos elevan al cielo.

Otra de las verdades que compartiré, es que muchos de los integrantes no desean superarse musicalmente, simplemente ensayan lo necesario y es ahí donde sucede el milagro, piezas musicales que se escuchan con la maestría de un profesional, entendiendo que en ocasiones no hay oficio verdadero acerca de la ejecución.

Trabajando para el Señor

En el momento en que hay errores, estos se muestran sin maquillaje, las desafinaciones, los fallos de acordes, el ensamble mal logrado se hace evidente y el gesto de algunos feligreses nos indica que hasta puede llegar a haber carencia de talento.

Es la iglesia a la que pertenecemos y en la que debemos aceptar nuestras limitaciones y los grandes retos a los que nos enfrentamos, así ha sido por un largo tiempo y creo que podemos mejorar en muchos aspectos. Como siempre, existen sus excepciones y no podemos generalizar, hay quienes toman con gran seriedad su Ministerio. La verdad de los músicos católicos duele, pero debemos iniciar por reconocer que estas carencias existen y debemos trabajar en ellas.

“Cuando hagan cualquier trabajo, háganlo de todo corazón, como si estuvieran trabajando para el Señor y no para los hombres”. Colosenses 3, 23.