Este año si el clima lo permite y la nieve no me lo impide, llegaré a casa en Navidad. Ya fueron varios años los que me he quedado en el intento, días enteros atrapado entre la nieve y las heladas, nada que ver y mucho que perder. Mi trabajo está en la carretera, soy trailero y siempre me ha gustado viajar.
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No niego que paso muchas horas en soledad y que una gran cantidad de veces me he sentido perdido por estos días, atrapado en mis pensamientos y hasta mis más escondidos anhelos, la carretera es testigo de ello. Mi trabajo en ciertas ocasiones es de sacrificio y quienes se ven afectados son a los que más quiero.
Todavía sigo teniendo en mi memoria la Navidad anterior cuando recuerdo el rostro de mi pequeña princesa que me dijo: ¡Papi, me quedé esperándote y no llegaste! Y me dormí… Su carita ingenua, con esos ojos expresivos entre reclamo y sorpresa. Lo entiendo, ya que su papá no estuvo en Navidad. Mi esposa apretando los labios para no molestarse de más, otra Navidad sin su esposo por causa de mi trabajo.
“Sigue, no te detengas”
Hoy que voy manejando en día de Navidad hay muchas emociones que me invaden, ya no depende de mí llegar, ahora es de las condiciones climatológicas y de la voluntad de Dios, porque en carretera todo puede suceder, así como los imprevistos y lo planeado puede dar un giro inesperado. Confío que llegaré sin ningún percance y le daré ese abrazo a mi hija y el beso de llegada a mi esposa.
Mientras manejo, el cielo comienza a cerrarse y amenaza con sobrevenir una tormenta de nieve, todavía me faltan tres horas de viaje y la carretera comienza a pintarse de blanco. Mi corazón se desanima un poco, pero mi fe me recuerda que Dios puede hacer todo lo imposible ¡Señor, ayúdame a llegar! Los minutos pasan más lento y la nieve va espesando el camino y mi parabrisas me alerta, en breve ya no se verá nada.
No hay duda, estoy en una tormenta de nieve y no he querido encender la radio, porque confirmaría lo que mi instinto me ha avisado desde hace algunas horas. Continúo avanzando cada vez más lento, parece que las siguientes horas serán críticas en mi recorrido, pero no me detengo y eso es una buena señal, a veces nos pasa así en la vida, cuando parece que todo está en contra, es cuando no debemos detenernos.
Debemos seguir adelante, hacer un alto sería peor; así que, en medio de la tormenta hay que seguir avanzando aunque se dificulte el camino, sigue, sigue, sigue no te detengas.
“El camión que me ha acompañado”
Creo que esto se lo he repetido innumerables veces a mi camión, sé que nunca me entenderá, pero me queda una sensación de liberación, y al hacerlo, es como si pudiera dialogar con alguien y el único con quien puedo hacerlo es mi camión que me ha acompañado en muchos viajes y hasta en batallas, así las veo y las siento, como la de ahora.
Atravesar la tormenta de nieve no es cualquier cosa, se requiere pericia, conocimiento y sobre todo, voluntad humana y de la máquina; para seguir avanzando, y es que, detrás de mí hay una fila enorme de autos particulares. Ellos han confiado en este conductor para seguirme y sin pretender serlo, me convierto en ese faro de esperanza para que ellos también lleguen a casa con los suyos. ¿Cuántos sueños vienen siguiendo al mío?
Es el mismo sentimiento de quienes viajamos en este día tan especial. Avanzamos mi camión y yo, así como la estela de autos que me siguen, con la esperanza de llegar en Navidad…