He perdido la cuenta de los días festivos alrededor de la Navidad que he pasado en un hospital, en ese periodo que comprende entre el 24 de diciembre y el 7 de enero, y que solemos celebrar en familia. Por fortuna, no guardo demasiados recuerdos de las guardias de esos días, casi siempre malas y difíciles, sobre todo en urgencias. Si la vida en el hospital es por lo general dura, en esos días todavía más, tanto para los pacientes y familiares como para el personal sanitario.
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Sin embargo, celebrar la Navidad en un hospital en fe y desde la fe (la única forma de conmemorar de forma cabal el hecho que aconteció) me lleva a algunas reflexiones que quiero compartir.
Vulnerabilidad extrema
Recordamos que Jesús vino al mundo, que “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”, tal como lo formula Juan en su prólogo. Y lo hizo en unas coordenadas históricas concretas y en una forma concreta, narrada por Lucas: en pobreza y precariedad, en vulnerabilidad extrema, en la más absoluta necesidad. Una situación muy parecida a aquella en que se encuentran mis pacientes.
Más de 2.000 años después de aquel acontecimiento, conmemoramos en fe la venida de Jesús en las circunstancias en que nos encontramos: en medio del dolor, la incertidumbre y el sufrimiento cotidiano de una sala de hospital. En la situación vital de cada persona, sea de salud o de enfermedad, quizás en el momento de despedirse de la vida que conocemos.
Nace en muchas situaciones
Creemos que Jesús nace entre jeringuillas y sueros, entre camillas y aparatos de rayos X, entre goteros con antibióticos y citostáticos; lo hace en los quirófanos y unidades de cuidados intensivos, en los paritorios y las salas de psiquiatría, en el gimnasio donde los pacientes intentan rehabilitarse tras una cirugía de prótesis o un ictus. Nace en un abrazo, en la compañía abnegada que la familia hace al enfermo, en una visita inesperada, en una llamada de teléfono o un mensaje.
Celebramos que Dios se sigue entregando al hombre, tal como expresó de forma bellísima Tagore: “Cada niño que nace nos dice que Dios aún cree en el hombre”. Jesús viene a acompañarme en mi momento histórico, en mi trabajo, desempleo o ya jubilado. En un camino que recorro acompañado o en soledad, feliz o triste, esperanzado o desanimado, quizás decepcionado con lo que la vida me ha ofrecido o he conseguido.
Desde la sala de medicina interna de un hospital, les pido sus oraciones por enfermos y cuidadores, les envío un abrazo y les deseo de corazón Feliz Navidad.