“El grito es una protesta, pero también es un anuncio, y los cristianos tenemos que recuperar la fuerza del grito, al que nos convoca el Evangelio”. Pepa Torres, militante de la vida y de muchas causas justas, especialmente las vinculadas a los sueños de las mujeres y de las personas migrantes, culminó con esta frase la presentación de ‘Decir haciendo’. Sin duda, un libro que recoge el sufrimiento, el miedo y las voces calladas de muchas personas, a la vez que nos transmite las luchas colectivas y las esperanzas de volver a sentirse personas con dignidad.
El puñado de jóvenes de la JEC y la JOC que estuvimos presentes en el acto, tuvimos la oportunidad de poder escuchar algunos testimonios del libro con los que nuestros corazones se estremecieron, compartiendo un momento de empatía colectiva ante la vida tan maltratada y vulnerada de boca de los compañeros que leían con mimo los hechos de vida de estas personas.
La juventud necesitamos urgentemente referentes que nos enseñen a denunciar y anunciar. Tenemos que ser capaces de levantar nuestra voz allí donde se asienta la injusticia, a la vez que ser testigos de una nueva forma de relacionarnos, de tratarnos, de pensar, de mirar… Tenemos que hacer mientras que pensamos y pensar mientras hacemos. No debemos caer en la eterna dicotomía y seguir separando lo que hacemos de lo que decimos.
“Ser cristianos consiste en vivir la fe como don y como riesgo”
Dios no quiere a sus hijas e hijos cansados y agobiados. Sino todo lo contrario, esperanzados, revolucionarios desde su interior, siendo testigos de la alegría del Evangelio allí donde estemos. Para ello, debemos de entrenar nuestra mirada en un amor político y transformador, fijándonos en lo más pequeño y sencillo, porque es ahí donde reconocemos el rostro del Dios de Jesús encarnado, que pone de pie a la persona y engendra en ella una fuente de vida, vida en abundancia.
En la misma mesa, junto a Pepa, nuestro compañero Javier Baeza nos animaba a poner en práctica estas cuatro acciones para seguir haciendo camino juntos:
– “Gritar en un mundo donde cada vez hay más silencios impuestos”. Nos animaba a acoger la responsabilidad que tenemos para recuperar el grito, de la misma manera que nos propone el Evangelio.
– “Aprender a desobedecer con creatividad y responsabilidad”. Necesitamos ser conscientes e identificar las causas con las que este sistema nos oprime y nos esclaviza. Ayudándonos a dar respuestas colectivas que creen luz allí donde permanece la oscuridad de la precariedad y la violencia.
– “Acuerparnos”, es decir, apoyarnos y enredarnos. Tenemos que continuar siendo capaces de tejer redes, mantas de afecto, de calor, para coger fuerzas y seguir el camino con paso firme hacia el sueño de Dios.
– “Llenarnos de esperanza”. Es importante ser generadores de esperanza ante la vida tan precaria que vivimos día a día tantas personas jóvenes. Las y los jóvenes somos esa semilla que allí donde esté brotará la posibilidad de construir un mundo nuevo.
Los jóvenes y el mundo, necesitamos más personas valientes, bondadosas, comprometidas y fieles al Evangelio como estas. Personas que ponen su vida al servicio de otras, tejiendo lazos de compromiso, rebeldía ante la injusticia, misericordia y amor entre hermanas y hermanos, haciendo de esta manera latente el paso de Dios Madre y Padre entre los entresijos de la vida.