En México tuvimos a un vocero que nos explicaba las declaraciones del entonces primer mandatario, personaje muy pintoresco, por cierto. Sus declaraciones eran tan confusas, que el portavoz oficial se veía en la necesidad de explicarnos lo comunicado por el presidente: “Lo que el señor quiso decir es…”, y se convirtió hasta en una muletilla aprovechada por sus críticos para denostar al gobernante.
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Ante las recientes declaraciones del papa Francisco, en una larga entrevista concedida a ‘The Associated Press’, el pasado martes 24 de este enero, en la que afirmó “Ser homosexual no es delito. Sí, pero es pecado”, no pocas personas simpatizantes de Bergoglio, y sabiendo que yo también participo de esa admiración, me han bombardeado con la pregunta: “¿Cómo el Papa afirma que ser homosexual es pecado? ¿Qué es lo que quiso decir?”.
El desconcierto surge por la clara distinción que la moral católica viene haciendo, desde hace muchos años, entre el ser y el actuar, y que se aplicaría de modo nítido a la homosexualidad: una cosa es ser homosexual y otra realizar actos homosexuales. Lo primero no tiene connotación moral, lo segundo sí.
Con este distingo, pastores y moralistas “buena onda” han venido avanzando con el paso de los siglos: de considerarse la homosexualidad como una depravación, un envilecimiento de la persona, pasó a ser analizada como una enfermedad. Aunque la OMS (Organización Mundial de la Salud) la excluyó de los trastornos mentales en 1990, en la Iglesia Católica insistimos en llamarla como un padecimiento.
Pero, en cualquier circunstancia, se diferencian los actos homosexuales de la persona que se reconoce como tal. Obvio, y por más comprensión que se tenga hacia la comunidad LGBTQ+, el Catecismo de la Iglesia Católica, #2357 considera a los actos homosexuales -no a las personas- como intrínsecamente desordenados. ¿Entonces? ¿Por qué el papa Francisco afirma que ser -no realizar un acto- homosexual es pecado?
Lejos de mí tratar de convertirme en vocero-hermeneuta de lo dicho por Francisco de Roma. Sólo anoto que en la citada entrevista, después de increpar a las naciones que siguen penalizando a la homosexualidad, y de afirmar lo que sí dijo, el Papa remata párrafos después: “Y ser homosexual no es un delito. Es una condición humana”. ¿Por fin? ¿Pecado o condición humana?
Aprendí en mis clases de Biblia que los textos deben ser leídos en su contexto. Y tanto esta última aseveración papal -contexto inmediato-, como otras declaraciones -“¿quién soy yo para juzgar a los homosexuales?” -contexto remoto-, más la referencia que se hace en la misma entrevista: “Pero también es pecado la falta de caridad con el prójimo”, nos hablan de un Pontífice no sólo comprensivo hacia esa condición humana, sino crítico de la hipersexualización que ha invadido a la moral católica. Todavía hoy, para muchos católicos es un gran pecado ver una película pornográfica, o masturbarse, pero no así pagar salarios injustos o evadir impuestos.
Prefiero quedarme con el contexto, y no solo con el texto.
Pro-vocación
Y el viernes el mismo Bergoglio aclaró, a pregunta expresa del padre James Martin, S.J., editor de ‘Outreach’, que se refería a los actos, no al ser, enfatizó su negativa a criminalizar la homosexualidad, y reconoció que le faltó ser más preciso. Sin embargo, permanece la interrogante: ¿dos personas del mismo sexo que se aman, que quieren comprometerse en una relación responsable, con fidelidad de por medio, y para toda la vida, pueden compartir sus almas pero no sus cuerpos? Como ya lo he comentado en otras Pro-vocaciones, con esta concepción de la sexualidad, las personas homosexuales están condenadas a ser célibes.