En días pasados leímos la terrible y devastadora noticia del secuestro del Obispo de Matagalpa en Nicaragua, Mons. Rolando Álvarez. Quien llevaba ya un par de semanas retenido junto con parte de su equipo, en las instalaciones de la Diócesis.
- PODCAST: Obstáculos a la sinodalidad
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Comparto de forma explícita y a nombre de la Academia de Líderes Católicos el total desacuerdo con las acciones del Gobierno de Nicaragua. El secuestro de Monseñor Álvarez, junto con los actos cobardes de persecución que ha sufrido la Iglesia en Nicaragua, son totalmente reprobables e indignantes. El interés más genuino que podemos tener como personas y que debe de escalar a los gobiernos e instituciones, tiene que ser precisamente, velar por la dignidad de las personas, respetar y garantizar en todo momento el uso de nuestros derechos.
Esta noticia no fue un suceso aislado, este ataque se suma a los cientos de personas que han sido privadas de su libertad desde hace tiempo. Sin embargo el secuestro del Obispo Rolando, es particularmente relevante, no sólo para los católicos, sino para el mundo en general, preocupado por nuestros hermanos de Nicaragua.
La persecución de la Iglesia es una etapa más de esta secuencia de acciones represivas, orquestadas por el gobierno nicaragüense. Hemos visto ataques contra grupos de oposición política y líderes sociales. Acciones, que una tras otra van sembrando miedo y apagando las cada vez más escasas voces valientes que se alzan en desacuerdo. Una de esas grandes voces: Monseñor Rolando Álvarez.
¿Qué no se puede secuestrar?
La verdad. En esta estrategia vil e inhumana de ir apagando una a una, las voces que piensan diferente del pueblo nicaragüense, sucede un fenómeno interesantísimo y esperanzador. En la búsqueda de silenciar y llenar de miedo; El liderazgo y la búsqueda implacable de la verdad, de personajes como Monseñor Álvarez se vuelven multiplicadores y dan fruto.
Si leemos a periodistas nicaragüenses, vemos que el resultado en parte importante de la población nicaragüense ha sido contrario al esperado. Y cito a la ex vicepresidenta de la Corte Suprema nicaragüense: –Mucha gente que no suele acercarse a la Iglesia me cuenta que decidió participar de peregrinaciones o celebraciones, aunque fueran a puertas cerradas, y experimentó mucho alivio de sentir que estaba venciendo el miedo–.
Después de seguir estos últimos días el twitter de Mons. Rolando Álvarez. Ver su última publicación, probablemente pocas horas antes de ser aprehendido. Podemos ver en sus mensajes tres invitaciones entre líneas:
- A no ser indiferentes a la dura situación que atraviesan nuestros pueblos hermanos, hoy
- A no tener miedo, mantenernos fieles a la verdad y a llevar de forma auténtica nuestro liderazgo en todo
- Aún en los momentos más difíciles no perder la fe y voltear nuestra esperanza en Dios.
Para terminar cito a Don Miguel Ángel Rodriguez, ex presidente de Costa Rica y gran amigo de la Academia de Líderes Católicos: <<con mucho cariño, mucho respeto y como una oveja obediente al Santo Padre…tengo la esperanza de que Francisco levante su voz, extraordinariamente valiosa frente a la persecución que viven nuestros hermanos>>. Y me permito agregar: Hoy más que nunca, oremos por el Papa Francisco como él siempre nos pide que lo hagamos. Porque estoy seguro que este lamentable suceso, es uno de los temas que ocupan su mente y su corazón. Pidamos que sea colmado de sabiduría, prudencia y mesura, para abordar de la manera más efectiva esta situación.
Pidamos también de forma muy especial por el actual gobierno de Nicaragua y toda la gente que trabaja para el mismo. En situaciones como esta, la oración pareciera que es algo a intentar, con lo que no hay nada que perder…pero yo diría que es algo incluso mejor, con lo que hay todo por ganar.
Como Academia Internacional de Líderes Católicos, nos mantenemos unidos en oración a nuestros hermanos nicaragüenses. Esperando que pronto podamos transicionar de esta situación tan lamentable y esperando la urgente liberación de Mons. Rolando Álvarez, su equipo y todos los demás presos políticos.
Por Juan Manuel Arellano Hernández. Director de la Escuela de Líderes Católicos de Guadalajara.