VIERNES
Antonio López se ha plantado en un rincón del ático de El Corte Inglés de Callao para rematar su lienzo sobre la Gran Vía con el cartel de Schweppes como eje. Obra que dejó inconclusa hace décadas y ahora busca terminar. Contemplar la realidad con los matices de una mirada, tal vez más envejecida, o quizá con un pincel de 86 años más sabio. Los tiempos. Los procesos. Saber echarse a un lado. Saber retomar.
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SÁBADO
Nico hace unos cuantos trucos de magia con sus cartas. Con los primeros, me deja perplejo. Pero el siguiente se le atraganta. No se enfurruña. Me sorprende su capacidad de análisis para ver qué ha fallado para la próxima. Abrazar el error para avanzar. No es poca cosa para un adolescente. Ni para un canoso.
DOMINGO
Enviar a un dictador al infierno con todas las letras y mayúsculas es fácil y hasta digestivo para cualquiera que rastree su proceder. Salvo que no solo te la juegues tú, sino que pongas en jaque la entrega de toda una troupe. No confundir diplomacia con claudicación. Aunque choque en los tiempos de calentamiento global mutuo. Equilibrismo para poder gastar el penúltimo cartucho para una mesa de negociación.
LUNES
Escucho de lejos a Ona Carbonell. Acumula oros en natación sincronizada. Sumando, se habría pasado seis años de su vida metida en el agua. “Los buenos se quejan, los mejores se adaptan”, dice justo después. Le doy vueltas. No sé si estoy de acuerdo o no.
MARTES
Comparativa fotográfica en la distancia. El lunes, los cardenales accedieron al aula sinodal con faldas. El martes, con pantalones. De paisano. Igual jornada de trabajo la una que la otra. Pero algo cambió para que el dress code se relajara. Quizá se relajaron ellos. Que no está nada mal.
MIÉRCOLES
Me cuentan que entre los cardenales españoles hay respaldo casi unánime a la reforma papal. Repasando rostros, el que no colabora con él desde Roma, lo hace desde España. Eso sí, me piden que compare si ese porcentaje se traslada al resto del Episcopado. Manolo Tena parece susurrar al odio: “Y no sé qué contestar”.