No hay palabras


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Pepe Lorenzo(José Lorenzo– Redactor jefe)

“Creo que una parte no pequeña de nuestra sociedad (incluso de la clase política) escucharía con seriedad alguna palabra de sentido sobre lo que nos está pasando, palabras de aliento y acompañamiento, que no de regañina”

Zozobra”, “situación crítica”, “al borde del abismo”…, son algunas de las expresiones que he leído/escuchado en los últimos días en los medios de comunicación para referirse al momento que atraviesa nuestro país. Describen el panorama económico. Al parecer, los mercados están mucho más nerviosos que nuestra ciudadanía, que calla y mira para otro lado, satisfechas sus necesidades básicas, lo cual es un logro del Estado del bienestar del que cabe congratularse. Y adonde no llega el Estado, ahí está Cáritas.

Es verdad que Cáritas es la Iglesia, y cada vez más. Pero como no sólo de pan vive el hombre, da la sensación de que esa Iglesia que no es Cáritas tampoco ve, oye ni habla. Así, nuestros obispos han reclamado un lugar en el Pacto por la Educación. Frustrado éste, ni una palabra al respecto, como tampoco se les ha escuchado (y perdonen que generalice) a propósito de la falta de un pacto político entre las fuerzas parlamentarias para afrontar unos tiempos que, según los entendidos, son los más graves que vive el país desde la Transición; ni la menor referencia, igualmente, a la erosión de que están siendo objeto pilares básicos de nuestro entramado democrático, como el sistema judicial, zarandeado por oportunistas y desmemoriados. Tampoco sé si les preocupa el peligroso descrédito de la clase política. Tal vez estén ensimismados lamiéndose el propio desprestigio, que, por extensión, lo es de toda la Iglesia. En todo caso, sí me preocupa este silencio.

Echo en falta aquellas palabras de la Ecclesiam suam: “La Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio”. Creo que una parte no pequeña de nuestra sociedad (incluso de la clase política) escucharía con seriedad alguna palabra de sentido sobre lo que nos está pasando, palabras de aliento y acompañamiento, que no de regañina. Y me preocupa que se consideren menores temas (como la crisis) que causan sufrimiento a muchos de entre nosotros, sin duda causas que quitan más el sueño que el de la unidad moral de España. Confío en que no sea porque ya hemos perdido definitivamente la esperanza de poder dirigirnos a otros que no sean los de casa, los ya convencidos. Ni tampoco porque tenemos visitas papales a la vista.

En el nº 2.707 de Vida Nueva.