Defiendo decididamente el derecho de toda persona a decidir si quiere o no ser padre o madre. Yo mismo lo he ejercido, decidiendo libremente no engendrar hijos, y vivo rodeado de personas que han hecho esta misma opción en la vida.
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La paternidad y la maternidad son realidades tan humanizadoras y hermosas que deberían ejercerse siempre en un clima y ambiente de libertad y de amor, que es la mejor garantía de felicidad tanto para la nueva vida que surge como para los padres que la engendran. Pero aclaro inmediatamente –porque debería ser obvio, pero no lo es para muchos– que el camino para ejercer ese derecho no es el aborto.
Cuando un hombre ha engendrado un hijo, ya es absolutamente imposible lo opción de “no ser padre”, ¡simplemente porque ya lo es! En ese momento, la opción que se le presenta no es ser padre o no serlo, sino ser un padre que se responsabiliza de su hijo y ejerce como tal, o ser un padre que abandona a su hijo o, peor aún, lo elimina criminalmente.
Estoy hablando de un “hombre” para dejar en claro y hacer más evidente que esta cuestión del aborto no es un asunto exclusivo de la mujer, sino que siempre cuenta con dos responsables implicados, el padre y la madre, sin olvidar al personal médico y otros colaboradores más o menos decisivos y decisorios.
Un tercero con todos sus derechos
La paternidad y la maternidad deberían ser siempre realidades sometidas a la libre opción de cada persona, opción que debe ser elegida antes de ejercerla; después ya es tarde. Una nueva vida en marcha supone ya una opción hecha, más o menos consciente, más o menos libre. Pero, sobre todo, supone la aparición de un tercero con todos sus derechos, empezando por el más elemental: el de la vida, el de ser respetado en su existencia, el de no ser eliminado.
Aplaudo y alabo la decisión del que fuera obispo de Solsona, monseñor Xavier Novell, que, habiendo engendrado hijos (han sido mellizos), decidió actuar responsablemente; asumió su paternidad, a pesar de que eso le suponía dar un giro más que notable a su vida. No entro ahora en otras consideraciones acerca de su decisión (la comunicación o ausencia de la misma, la manera de dejar su ministerio, etc.), pero el coraje de asumir responsablemente su paternidad es un punto a su favor y hay que reconocérselo.